Sismo político en Francia

Arlene B. Tickner
21 de junio de 2017 - 04:06 a. m.

Hace tan sólo unas semanas, pocos analistas veían posible que el partido recién creado de Emmanuel Macron, República en Marcha, obtuviera curules propias en la Asamblea Nacional, la cámara baja y más poderosa de la legislatura francesa. Sin embargo, el desasosiego de los votantes con el estancamiento económico, el desempleo y la corrupción, así como el dégagisme (de la consigna Dégage!, o “¡Lárgate!”, contra el dictador tunecino Ben Alí durante la Primavera Árabe), produjo una de las sorpresas electorales más grandes en la historia política de Francia, si no del mundo. Sin siquiera sumar las curules de su aliado, el partido centrista MoDem, REM obtuvo 308 de 577, una mayoría con la que Macron podrá gobernar practicamente solo.

Una vez asegurada la Presidencia, el joven líder realizó una serie de jugadas que allanaron ese camino. Primero, nombró un gabinete que refleja su compromiso con el cambio y su espíritu conciliador, compuesto por mujeres en un 50 % y outsiders, más políticos curtidos, representantes de todo el espectro ideológico y personas con experiencia en temas europeos. Segundo, realizó una serie de encuentros de alto perfil, entre ellos con Trump, Putin y Merkel, con miras a acreditar su estatus como mandatario de talla internacional. Y tercero, reclutó con éxito a una amplia diversidad de candidatos —la mitad, de la sociedad civil— con alto perfil e impacto público.

El resultado de esta fórmula ganadora es una Asamblea Nacional cuya composición es muy distinta a las anteriores legislaturas: más joven, con número récord de mujeres y novata en el caso de un tercio de los elegidos. Su contracara es la debacle de los partidos tradicionales: mientras que sólo 25 % de los parlamentarios repiten, la representación del partido Socialista se evaporó a 44 curules (tuvo hasta 330) y la del Republicano se redujo sustancialmente. Inclusive, en el caso del Frente Nacional y Francia Insumisa, de la extrema derecha e izquierda, los votos obtenidos en las elecciones legislativas fueron mucho menores que las de Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon en las presidenciales, con lo cual los sectores sociales que éstos recogen —incluyendo los votantes trabajadores, sin educación y de bajos ingresos— quedan subrepresentados.

Con tal mayoría, Macron goza de un amplio margen político para reformar el sistema laboral y pensional, combatir el desempleo —que asciende a 25 % en el caso de los jóvenes—, aumentar la competitividad de las empresas francesas, incentivar el crecimiento económico y controlar el déficit fiscal y la creciente deuda pública. Aunado a esto, el nuevo gobernante de Francia aspira robustecer la relación franco-alemana y refundar la Unión Europa y la Eurozona.

No obstante, el sismo político en Francia trae desafíos. Pese al mandato amplio para gobernar, las altas tasas de abstención en las parlamentarias ponen en cuestión el apoyo de la mitad de los franceses que no votaron. Aunque Macron podría impulsar su agenda sin necesidad de construir consensos y ampliar su base política, la ausencia de oposición en la Asamblea Nacional no es garantía de su inexistencia en las calles, en donde, en últimas, la viabilidad de las reformas propuestas se debatirá.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar