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Snowden no importa

Daniel Pacheco
08 de julio de 2013 - 11:00 p. m.

Y sí: también nosotros en Colombia nos espía la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).

 Los nuevos documentos secretos revelados por Edward Snowden en O Globo de Brasil confirman que la NSA toma nuestros datos y los guarda en enormes bases por hasta cinco años en Estados Unidos. Toma también los datos de Brasil, Ecuador y Venezuela, en América del Sur. Pero los puntos rojos del documento publicado en el diario brasileño, que indican la presencia del programa de vigilancia X-Keyscore, colorean buena parte del mundo.

Y no deben ser sólo los gringos. Le Monde, el diario francés, publicó también un reporte en el que corroboran que allá también hay un programa similar.

No hay gran sorpresa, todos lo suponíamos, y por eso parece más cautivante la saga de Snowden. ¿Héroe o traidor? Su asilo, la ruta, el avión de Evo, un largo etcétera en el que la historia inicial queda opacada por el cuentero.

En Washington el anunciado debate que Obama prometió cuando surgieron las primeras filtraciones ha ido siendo desinfectado de matices por una sólida argumentación legal de los programas de vigilancia. Todo pasa por cortes (cortes secretas). Se tramitan órdenes de cateo si las agencias quieren pasar del análisis automatizado de “meta-datos” a leer la carne desnuda de los mensajes o escuchar las voces de las llamadas. La defensa de las libertades básicas —de privacidad, libre expresión, debido proceso— están escudadas por el mismo sistema legal que la concibió. En cambio Snowden…

No importa él. Es el mensajero y su no es el mismo de la historia que abrió. Daniel Ellsberg, el consultor de la Rand Corporation que hace más de 30 años filtró los Pentagon Papers y desnudó los abusos de las guerras ilegales de EE.UU. en el sureste asiático, parece recomendar que olvidemos a Snowden. En el Washington Post Ellsberg dice que la contribución de Snowden a restaurar la democracia “no depende de ninguna manera de su reputación o lo que se estime de su carácter”.

¿De qué depende entonces? ¿De un juicio público contra las largas orejas del imperio sobre el mundo? ¿Un traer a cuento a Obama y al general Keith Alexander, director de la NSA? ¿Son ellos la representación del mal con la que Edward Snowden dice estar dispuesto a luchar a muerte?

Al contrario, parece que el vasto poder de infiltración en las vidas de los otros está en las menos peores manos con EE.UU. Mejor que con los rusos o los chinos definitivamente. Qué decir de lo que pasaría si estuviera en manos del viejo DAS.

El problema aparece “en que ya no vivimos en el mismo tiempo”, según dice Ellsberg, al señalar lo que lo separa de Snowden. El filtrador de los 70 se entendía como “parte de un movimiento contra una guerra”. Hoy no hay guerra, no hay un movimiento. Nada parece durar suficiente para acumular la masa crítica que derribe las paredes del secretismo. Si hay un juicio, debería ser el público, deberíamos ser nosotros, que ya estamos advertidos, los que subamos al estrado.

 

 

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