Sobredosis de intolerancia

Saúl Franco
22 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

La tolerancia no es la panacea para los males que padecemos hoy. Pero la sobredosis de intolerancia que estamos produciendo-recibiendo, en vez de aliviar, agrava la situación y empeora el pronóstico.

Basta abrir un periódico o ver un noticiero, aquí o en cualquier país, para tener que ingerir la respectiva sobredosis cotidiana. Sólo para ilustrar, enuncio tres ejemplos recientes. La semana pasada, en un barrio de Bogotá, fue apuñaleado hasta la muerte John Marín, un joven de 24 años, por reclamarle a unos transeúntes que orinaban al frente de su casa. En julio del año pasado, en el norte de la ciudad, un colega mató a patadas a la perrita que horas antes había mordido levemente a su hijo, y le produjo fractura de cadera y trauma de hígado al perro que la acompañaba. Y en septiembre de 2013, también en el norte de la ciudad, un hombre de 38 años, José Francisco Cifuentes, recibió 17 puñaladas y fue lanzado desde un tercer piso por su vecino, a quien le pidió al amanecer de un lunes que le bajara al volumen de la música. El agresor paga ahora 17 años de cárcel.  Cualquiera puede alargar esta lista con casos recientes de violencia verbal, física o sexual debida a intolerancia, en su vecindario o su ciudad.

A nivel macro —social, político, religioso, étnico y de género— la cuestión es peor. Nuestras guerras del siglo XIX, a más del eterno problema de la posesión y uso de la tierra, fueron atizadas por la intolerancia política y religiosa. Igual pasó con la violencia que padecimos en las décadas del cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Mientras más vivo y estudio, más me convenzo de que, en el triángulo inequidad-intolerancia-impunidad, se encuentra buena parte de la explicación de la guerra cincuentenaria que estamos tratando de terminar en mesas de negociación. Y, sin duda, la peor forma de intolerancia sigue siendo la pretensión de resolver las diferencias mediante el exterminio del contrario, como pasa en todas las guerras, y como nos ha pasado con las mal llamadas “limpiezas sociales” o con los genocidios que padecimos y que ojalá no vuelvan a repetirse ahora.  

Históricamente, la intolerancia se convirtió en tema de interés social en los siglos XVI y XVII a raíz de las acaloradas disputas religiosas en Europa. Justo al empezar el siglo XVI, Nicolás Maquiavelo, en su clásico tratado sobre la Tolerancia, llegó a considerarla como la característica fundamental de la naturaleza humana.  En el pensamiento liberal la tolerancia ha estado ligada a la diversidad, el respeto a los derechos, el pluralismo y la democracia. Y a finales del siglo pasado, Carlos Gaviria, filósofo del derecho y líder de la tolerancia entre nosotros, nos enseñó con su palabra y su ejemplo que la tolerancia es la síntesis de un impulso vital: la libertad, y de un sentimiento: el altruismo.

Ahora bien, si es cierto que hay que llegar a perdonar aún lo imperdonable, no lo es que haya que tolerar lo intolerable. Es decir: la tolerancia no es un valor absoluto. Hay muchas cosas que no debemos tolerar. Es más: hay que ser intolerantes con realidades como la inequidad, las discriminaciones, la esclavitud, las tiranías y la corrupción. La tolerancia se desvirtúa cuando pretenden convertirla en pasividad, resignación y tapen-tapen, o cuando quieren utilizarla para acallar y lograr complicidad con lo indebido.

En la vida diaria la tolerancia se concreta en la capacidad de dar curso a las diferencias, grandes o pequeñas, sin tener que recurrir a la violencia, o sea: mediante la palabra, la discusión argumentada y la confrontación de intereses, sin matarse. Estamos ahora ante la posibilidad real de poner a prueba la dosis justa de tolerancia —y, por supuesto, de las necesarias intolerancias— en la construcción de una sociedad en paz. Ni nos perdonaremos ni nos perdonarán si la desaprovechamos por sobredosis de intolerancia.

*Médico social.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar