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Su Majestad El Pasante

Doña Gula
04 de diciembre de 2010 - 03:00 a. m.

En todos los países  existe una bebida que caracteriza a una región y se acostumbra acompañarla con un mínimo de alimento sólido.

Los alemanes por ejemplo, ligan sus cervezas con embutidos de cerdo y ternera; los holandeses van con arenques y quesos; suecos, noruegos y daneses no desperdician la oportunidad para probar salmones y huevos de esturiones; los griegos se atiborran de legumbres en vinagre y todo tipo de dátiles; los ingleses acompañan con huevo duro y panecillos de verduras en aspic; para los mejicanos, limón con sal es suficiente; en cuanto a los españoles, sus ‘tapas’ constituyen un recetario infinito de combinaciones culinarias.

En Antioquia el pasante cumplió un papel preponderante durante muchos años, pues por humilde que fuese el lugar donde se ofreciera, la pregunta obligada del anfitrión era ¿con qué pasante?

Recuerdo como si fuera hoy los elogios que los comisionistas del pasaje La Bastilla y sus alrededores hacían (1960-1980) de los pasantes de todos aquellos ‘cafés’ en donde, según ellos, valía más el pasante que el mismo trago, ya que por cada copa de guaro en estos lugares se ofrecía una coquita con moras de Castilla, uchuvas, piña, trozo de queso blanco, tajada de mango biche, amen de limón, salero y vaso con agua. En síntesis, aquel pasante tomó el nombre de ‘ensalada’ y para no ir muy lejos se convirtió en afiche de promoción de la Fábrica de Licores de Antioquia. También recuerdo cuando se inició la moda de la famosa copa de sangría (jugo de tomate, limón, sal y pimienta) y mención exige la época en que los aguardienteros pasaban sus  tragos con las olvidadas ‘bananas’.

Ahora bien, en este asunto del pasante han existido las más remilgadas exigencias, y no es invención mía si digo que hay quienes pasan con leche, con chorizo, con cerveza, con paticas de chicharrón, con dulce de menta, con bocadillo, con soda, con quesito, con piña sola, con naranjada Postobón, con mango verde, con mango maduro y hasta con camarón, existiendo para los expertos, dos pasantes sin comparación: la sencilla sal y la simple agua.

La razón que me motiva a escribir esta crónica obedece a la experiencia que tuve antier al apearme en un bar ubicado sobre la carretera del aeropuerto a Rionegro. Cuál sería mi sorpresa, cuando al solicitar un aguardiente, el mesero se me presentó a la mesa con mi pedido y me dijo: “Señora, como hoy es 2 de diciembre, para pasar su aguardiente hoy tenemos algo que denominamos ‘Su Majestad el Pasante’…”. Era un plato de natilla en trocitos y una docena de microbuñuelitos dorados y de excelente sabor. Con gestos así da gusto comenzar la Navidad… hasta sin plata.

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