Suelten a Feliciano

No es de poca monta la sentencia condenatoria en segunda instancia proferida contra Feliciano Valencia —el líder indígena más importante del Cauca— a quien le asestaron una pena de 18 años de cárcel por el secuestro durante varias horas del cabo del Ejército Jairo David Chaparral.

Esta decisión del Tribunal Superior de Popayán ha encendido las alarmas de la comunidad indígena, que se está concentrando en la Hacienda La María en las inmediaciones de Piendamó a la espera de que su protesta sea escuchada, o pasarán a las vías de hecho que incluirán bloquear a la Carretera Panamericana, quemar algunos vehículos y enfrentarse con la Fuerza Pública.

Considerado como un fallo político, los indígenas no dan brazo a torcer: o se negocia la suerte de Feliciano o, como suelen decir, cabras dan leche, presentándose un enfrentamiento entre la justicia ordinaria y la justicia indígena en la que hay razones de parte y parte.

Para nadie es un secreto que los líderes indígenas viven a cuerpo de rey, se movilizan en vehículos blindados último modelo, viajan en primera clase, se hospedan en los más lujosos hoteles y, según dicen, reciben estupendos estipendios que les permiten pagar “embambados” apartamentos en la capital.

Lo complicado del asunto es que con esta determinación se pone el dedo en la llaga en un punto muy álgido y sensible de fatales consecuencias y aunque “dura lex , sed lex” , mucho, pero mucho, ojo con esos arreglos hechos a las volandas en los que termina el Gobierno cediendo más de lo que puede y después viene el almendrón.

No será raro ver próximamente al ministro de Agricultura negociando la pena de Feliciano —así se le atraviese su prima hermana Paloma— en un clima de tensión y calma chicha que de nuevo echará al traste las exiguas finanzas y la tranquilidad del Departamento del Cauca.

¡O sueltan a Feliciano —¿cómo harán?— o más tierrita para mi gente!