Tareas escolares sí, pero en el aula

Adolfo León Atehortúa Cruz
10 de febrero de 2017 - 03:04 a. m.

Una cantidad inusitada de lectores comentó a través de las redes sociales y de diversos correos electrónicos mi última columna sobre la vigencia o no de las tareas escolares para el hogar. El hecho, por sí mismo, evidencia la importancia del tema y su debate; la necesidad imperiosa de abordarlo. En honor y por respeto a ello, quiero responder ahora algunas de sus inquietudes.

En primer lugar, subrayo que hago referencia a las tareas escolares impuestas para el hogar, no a aquellas que deben realizarse en el aula misma, en los escenarios escolares. El título fue claro. Proponemos, justamente, tareas para ejercitar el pensamiento, para impulsar la investigación, para promover la capacidad creadora de niñas y niños, su imaginación, su disposición para la lectura, su interés por el conocimiento, pero advertimos que esa actividad debe realizarse en aula, entendida en su sentido amplio, durante el tiempo escolar; allí donde la capacidad, la destreza y el sentido pedagógico de nuestros maestros y maestras se pone a prueba. A ellos corresponde hacer más productivo el tiempo del cual disponen; ese es su desafío.

Si el colegio enseña a pensar, por ejemplo, el alumno por sí mismo pedirá que en casa se reflexione, se interactúe; esa será su tarea para el hogar. Lo hará en su tiempo libre, pero no se asumirá como tarea escolar, sino de vida. Así mismo, el uso de los medios tecnológicos y de comunicación se orientará con idéntico propósito, como herramientas para el conocimiento y el desarrollo humano al servicio de la vida y de la sociedad. Tuve una experiencia reciente: la maestra de mi hijo de siete años trabajó en su curso los humedales de Bogotá, y fue tal el entusiasmo que generó, que mi hijo los buscó en Google y quiso conocerlos todos, visitarlos; pero no fue una tarea escolar impuesta, fue una decisión de vida originada en su curiosidad infantil. Hay que quitarse el sombrero ante maestras como ella; agradecerle.

Por otra parte, no hay que perder de vista un elemento fundamental: los colegios en Colombia trabajan cada vez más en jornada completa y nuestros niños y niñas llegan a casa después de las tres o cuatro de la tarde, levantándose a las cuatro o cinco de la mañana para iniciar su jornada. De esta manera, su tiempo en función del estudio alcanza más de once horas diarias, con poco menos de una destinada al almuerzo. Por buena que supongamos sea una tarea escolar para el hogar, es injusto recargar más su jornada. Si se considera que padres y madres de familia parten a sus labores después de enviar a sus hijos al colegio, el horario que dedican a sus funciones y al trabajo es aún más amplio. Por consiguiente, una responsabilidad adicional resulta abrumadora; más aún si hablamos de padres o madres separados, cabeza de familia. En esas condiciones, la tarea escolar para el hogar suele convertirse en algo indeseado.

Por supuesto, la decisión de no dejar tareas escolares para el hogar comporta, en paralelo, cambios importantes del sistema educativo, entre los cuales vale revisar el modelo pedagógico basado en la transmisión de informaciones. Justamente es eso lo que ha hecho el Instituto Pedagógico Nacional: ha diseñado estrategias diferentes para los procesos cognitivos, para las jornadas de convivencia y bien-estar; ha avanzado en la revisión de la malla curricular y la construcción de los proyectos pedagógicos interdisciplinarios por comunidades, e implementa acciones formativas para una convivencia restaurativa y democrática, al tiempo que impulsa un proyecto de amistad e integración con sus colegios vecinos.

Sin embargo, es claro que gran parte del éxito en la decisión de abandonar las tareas para el hogar está también en la labor que padres o madres adelanten en casa. Ellos deben dedicarles tiempo a sus hijos e hijas, compartir, conversar, leer con ellos y ellas, gozarse la bendición hermosa de ser padres y madres. El tiempo de las tareas no debe gastarse frente al televisor si no se trata de programas instructivos. Hay que emplearlo en labores formadoras, en momentos de diálogo, amor y convivencia fraternal, en la construcción familiar y colectiva de la vida. Recordemos que la infancia es irrepetible y que, por eso mismo, padres y madres tenemos la oportunidad preciosa de ser de nuevo niños o niñas con nuestros hijos e hijas.

Otro argumento frente a mi columna aludió la falta de medios y de posibilidades económicas para el disfrute. Nuestras familias, se dijo, no tienen el poder adquisitivo de las estadounidenses o finlandesas. Pero no lo creo acertado: muchos de nosotros sabemos lo que significó en nuestras vidas una muñeca o una pelota de trapo fabricada por nuestras madres con medias viejas, o el significado para la unión familiar de una amorosa guerra de almohadas antes de ir a la cama. Muchos sabemos, también, cuántos relatos y confesiones brotan de nuestros hijos adolescentes en el reposo; cuánto propicia el diálogo la tranquilidad que el hogar ofrece cuando las ocupaciones del día han culminado y se gana tiempo para el descanso compartido; cómo florece en esos momentos la comprensión y el amor. Esto puede también incentivarse desde la escuela; hay que trabajar en ello.

La falta de medios tampoco excusa a maestros y maestras. Una y otra vez puede citarse la fábula tradicional de Enrique Mariscal: “—¿Qué es esto? —Un corcho, señor… —gritaron los alumnos sorprendidos. —Bien, ¿de dónde sale el corcho? —De la botella, señor…, del alcornoque…, de un árbol…, de la madera… —respondían animadamente los niños. —¿Y qué se puede hacer con madera? —continuaba entusiasta el docente. —Sillas…, una mesa…, un barco… —Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en la pizarra y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito? (…) Y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, matemáticas…”.

Con la medida de suspender las tareas obligatorias para el hogar se le está planteando un desafío a la escuela contemporánea: cambiar el viejo paradigma de "la letra con sangre entra" y despertar en los niños, niñas y jóvenes de estos tiempos la pasión por el conocimiento y la aventura de vivir en paz.

* Rector Universidad Pedagógica Nacional

 

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