Temor

José Fernando Isaza
14 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Las reglas de juego de la democracia determinaron que para la segunda vuelta en la elección presidencial pasaran dos candidatos que representan los extremos del espectro político. El centro perdió. El resultado de la elección produce temor.

En el caso de que Duque sea el vencedor, producen miedo sus propuestas de debilitar el Estado laico y volver a una amalgama entre los cultos y las instituciones democráticas. Prohibir la dosis mínima de consumo de drogas es volver a una política que ha demostrado su fracaso: la policía persiguiendo jóvenes en lugar de proteger a la ciudadanía. Debilitar la tenue separación de poderes causa espanto. Debe reconocerse que ha atenuado su propuesta de acabar la Corte Suprema, la misma que con valentía ha iniciado procesos contra el senador Uribe y sus más cercanos familiares. Reversar los derechos ciudadanos para decidir sobre la eutanasia o la continuación o no del embarazo es dar un paso atrás. Lo mismo puede decirse de sus ideas sobre la comunidad LGBT. Su propuesta sobre modificar unilateralmente los acuerdos con las Farc destruyen la credibilidad del Estado, que se comprometió a respetarlos. La forma de ajustarlos requiere el acuerdo con las Farc.

Producen temor las personas que lo rodean, pues representan el más significativo uribismo. Con algo de razón se piensa que el interés de Uribe en volver al poder es garantizar su inmunidad ante sus múltiples procesos penales. El más significativo es la responsabilidad por las muertes de más de 4.000 jóvenes, los mal llamados falsos positivos. Uribe era el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Esta nefasta política la estimuló con la directiva 29 del Ministerio de Defensa, y en múltiples ocasiones justificó los asesinatos con frases como: “No estaban recogiendo café”.

No causa temor la figura de Duque. Es un joven brillante alejado de la corrupción. Ni su familia ni él hicieron negocios lícitos ni ilícitos con la mafia. Existe una lucecita de que si gana gobierne él y no su mentor, y no se modifique la Constitución para permitirle a Uribe ser “el presidente eterno”.

Los proyectos de Petro no causan miedo. Plantea una mejor distribución del ingreso y garantiza los derechos de los más débiles. Los acuerdos con los verdes moderaron sus propuestas extremas y populistas. No generan inquietud las personas que lo rodean, su fórmula vicepresidencial es ejemplo de una generación de mujeres educadas, inteligentes, honestas y destacadas en su vida política. Ricardo Bonilla moderará sus antojos populistas.

Causa temor él. Es un “iluminado”, considera aceptable el modelo venezolano del socialismo del siglo XXI. Admite que fracasó, no el modelo, sino su ejecución, pues Chávez y Maduro fueron inferiores al desafío. Cree que eso no pasaría con él. Al igual que Uribe, está dotado de “una inteligencia superior”. Uno de los problemas con los “iluminados” es que pueden desconocer los acuerdos hechos con los mortales. Los pactos entre los dioses y los humanos no obligan a aquellos.

Los “iluminados” de izquierda y de derecha tienden a perpetuarse en el poder. Uribe fue el primer presidente en más de 100 años que modificó la Constitución para eternizarse. La situación en Nicaragua, en donde un exguerrillero modifica a su antojo las leyes para perpetuarse, así lleve al país a un baño de sangre, es un ejemplo. Evo Morales también quiere perpetuarse; hay que reconocer que no ha recurrido a la violencia para lograrlo.

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