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¿Terminaron ya las vacaciones?

Thomas L. Friedman
28 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.

En mayor medida de lo que pudiéramos percatarnos, el mundo ha estado pasando por una racha de buena suerte desde la crisis financiera mundial en 2008.

 ¿Cómo es eso? Los años entre 2008 y finales de 2013 fueron un período más bien benigno de política y geopolítica de grandes potencias. Esto permitió a las principales potencias económicas concentrarse casi de manera exclusiva en la rehabilitación económica. Sin embargo, existen ahora fuertes indicaciones de que nuestra vacación de la geoinestabilidad ya terminó.

La última vez que el mundo presenció una caída tan marcada y sostenida en el precio del petróleo —de 1986 a 1999—, ocurrieron algunas profundas consecuencias políticas para estados dependientes del petróleo y aquéllos que dependían de su prodigalidad. El imperio soviético colapsó; Irak invadió Kuwait; y Yasser Arafat, habiendo perdido a su apoyo soviético y banqueros árabes, reconoció a Israel. Debemos reconocer que hubo otros factores en todos estos sucesos. Pero, en cada caso, marcados desplomes en ingresos directos o indirectos del petróleo fueron de gran importancia.

Si la caída actual en el precio del crudo se mantiene, estaremos igualmente en camino a muchas sorpresas. Algunas tendrán finales felices. En parte, la decisión de Cuba de hacer las paces con Estados Unidos tuvo que haber sido impulsada por los temores de La Habana a perder una parte o la totalidad de los 100.000 barriles de petróleo subsidiado que recibe al día de Venezuela, actualmente desprovista de efectivo. Otras sorpresas podrían ser muy desestabilizadoras. Hoy día, el mundo está mucho más estrechamente interconectado y es más interdependiente que durante el último desplome del precio del petróleo, el cual ocurrió mucho antes de la proliferación de internet. Además, el mundo tiene muchos más actores: superpotencias e individuos y piratas informáticos con mucho poder que pueden desestabilizar empresas y países con ciberarmas. Consulte “Sony” o “Corea del Norte”.

Cuando oigo al presidente ruso, Vladimir Putin, haciendo alarde de que ingresos más bajos del petróleo no incidirán negativamente sobre el pueblo ruso porque es estoico —miren lo que toleró en la II Guerra Mundial— mi reacción es: “Sr. Putin, eso fue antes de que hubiera una considerable clase media en zonas urbanas de Rusia, esa que usted contribuyó a formar con ingresos derivados del petróleo y el gas”. Muchos más rusos hoy día se han acostumbrado a viajar al extranjero, poseer un automóvil, consumir bienes occidentales y ver cómo vive el resto del mundo. Veamos cuán estoicos son actualmente. Este lunes se citaron las palabras del exministro de Finanzas de Rusia Alexei Kudrin cuando dijo: “Habrá una caída en los niveles de vida. Será doloroso. La actividad de protesta aumentará”.

Las sanciones occidentales sobre los bancos de Putin, combinadas con el desplome repentino y agudo en los precios del crudo, así como la salida de capital, también desatada por las sanciones, significan que Rusia tiene una peligrosa brecha entre los fondos que fluyen a su economía y lo que necesita enviar al exterior para saldar sus deudas y financiar sus importaciones. Putin no puede aliviar la presión sin un levantamiento de sanciones. Eso requeriría que él revirtiera su toma de Crimea e intervención en Ucrania.

Si Putin reconoce que su aventura en Ucrania fue un error, parecería imprudente al extremo y los largos cuchillos saldrían a por él en el Kremlin. Si él no da marcha atrás, los rusos pagarán un precio descomunal. De cualquier forma, ese sistema será presionado con derrames impredecibles sobre la economía mundial. Recuerden: el colapso económico de Rusia en 1998 —desatado también por bajos precios del petróleo y la moratoria que declaró sobre pagos a deudores extranjeros— contribuyó al hundimiento del gigantesco fondo de cobertura estadounidense Long-Term Capital Management, casi disparando un colapso sobre Wall Street.

Un prolongado descenso en los precios del crudo tendrá impacto sobre Argelia, Irán y estados del Golfo Árabe, donde viejos regímenes han usado altos precios del petróleo para subir salarios gubernamentales a fin de comprar calma de su gente durante la Primavera Árabe. Aunado a esto, en una era en que máquinas y software están asegurando que el promedio haya terminado para trabajadores en países industrializados, y todos necesitan estar actualizando sus habilidades, ¿qué ocurre con los estados árabes en desarrollo e Irán, que han usado dinero del petróleo para enmascarar sus déficits de conocimiento, educación y poder para la mujer? El gobierno que encabezan los militares de Egipto necesita con urgencia dinero del petróleo árabe para superar su crisis. Una noticia más o menos buena: el Estado Islámico, que depende del contrabando de petróleo, fracasará para gobernar incluso más rápidamente de lo que ya ha fracasado.

En el ínterin, el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan, cada vez más tiránico, quien ha estado arrestando a oponentes nacionales, se está pareciendo a “Vladimir Putin hijo”. Erdogan es una figura trágica porque hizo muchísimo por erigir la economía turca hasta convertirla en una fuerza motriz. Pero según el diario The Financial Times, Turquía ahora “necesita más de 200.000 millones de dólares de financiamiento extranjero al año, más de una cuarta parte de su producto interno bruto, para mantener su nivel actual de crecimiento”. Habrá menos dinero árabe y ruso del petróleo para eso y, la semana pasada, mientras Erdogan era criticado por la Unión Europea por arrestar a sus oponentes, la lira turca mostró una baja contra el dólar. Observen ese espacio.

Los altos precios del petróleo cubrieron muchos pecados y fomentaron nuevos pecados. Si se mantienen en bajos niveles de nuevo durante largo tiempo, muchos de los líderes tendrán que pagar al menudeo por su loca política, no al mayoreo. Las consecuencias políticas y geopolíticas serán variadas, pero habrá consecuencias en abundancia.

 

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