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Terrorismo económico

José Roberto Acosta
03 de agosto de 2012 - 10:57 p. m.

Después de hacer política con nuestros militares caídos en combate, hay quienes empiezan a hacer política con el debilitamiento de nuestra economía.

Un oportunismo de locos. Un cinismo que raya en el terrorismo, pues lo que se busca es amedrentar, no sólo al Gobierno sino a la sociedad en su conjunto.

La ciencia económica se conoce como la ciencia lúgubre, entre otras razones, por tratar de suplir necesidades infinitas con recursos limitados y derivar de esa restricción un estado de crisis e insatisfacción permanente, así que pregonar que las cosas van mal en temas económicos es ir a la fija, pues, por naturaleza, siempre nos sentimos insatisfechos y siempre las cosas podrían ir mejor.

Es un hecho innegable que el crecimiento económico local se está frenando. Unos consumidores saturados de crédito podrían mermar su impulso a la demanda interna, pero el Gobierno tiene munición anticíclica con un boyante presupuesto en infraestructura aún sin ejecutar. La esperada construcción de un corredor vial primario competitivo y de nivel secundario y terciario que integre las regiones productivas entre sí y con el mundo es tarea pendiente, que el anterior Gobierno nos negó por pensar en exterminar a sus opositores a sangre y fuego.

También es cierto que el Gobierno se ha equivocado en sostener a un ministro de Hacienda que nada hace en materia fiscal por frenar la dañina revaluación del peso, sigue mostrando déficit financiero a pesar de las extraordinarias utilidades de Ecopetrol y regalías, se ufana de una Ley de Regla Fiscal que la Corte Constitucional le dejó sin dientes y no reduce el desempleo.

Además, ni siquiera controla a sus subalternos, que filtraron el proyecto de reforma tributaria, privando al país de una oportunidad única de simplificar tan complejo régimen y de desmontar beneficios a los privilegiados de siempre.

Sin embargo, los profetas de la hecatombe parecieran olvidar que sus grandes intereses económicos se verían también afectados si nuestra volátil economía se derrumba. Se contradicen al infundir miedo en la sociedad que los oye, al tiempo que condenan a los terroristas que reprochan, pero se alinean con estos últimos en una búsqueda frenética del poder que tanto añoran. Ni los éxitos que se atribuyen fueron tan brillantes, ni el futuro que auguran es tan opaco.

 

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