Terroristas vestidos de traje

Columnista invitado EE
24 de junio de 2017 - 04:51 a. m.

Por: Stephan Kroener

El taxista me preguntó directamente: “¿Usted qué piensa sobre la bomba que mató a la francesa en el Andino?”. Soy alemán, pero para los colombianos tengo cara y acento francés. Lo primero que hice fue avisar a mis amigos franceses que viven en Bogotá. Todos estaban bien. Y lo segundo que pensé fue por qué Facebook no había activado su safety check para avisarme de eso.

Parece que los lados cambiaron, ahora Colombia es el país supuestamente en paz y Europa parece el continente untado en terror y sangre. Hay gente que ya habla de una guerra civil y pintan en las paredes sociales que el fin está cerca. Un amigo que trabaja en una agencia alemana de turismo en Bogotá me preguntó cuál es mi análisis de la situación en Colombia. Varios clientes le llamaron para preguntar por lo de la bomba y los secuestros de unos gringos en el Vaupés y de los dos periodistas holandeses en el Catatumbo.

Bueno, primero, Colombia está todavía en una fase de transición, no está en el posconflicto, por eso los turistas deberían estar atentos a la inseguridad en algunas regiones. Y lo otro es que en Europa ahora hay atentados aún más horroríficos cada fin de semana. Los turistas están más seguros acá que en el London Bridge o el Champs-Élysées.

Los colombianos se acuerdan muy bien del terror de los carro-, caballos-, casas-, collar-, y todas las otras bombas de las guerrillas, de los narcos y de los paracos. En Alemania teníamos el terror de la RAF (Fracción del Ejército Rojo), algunos más de terroristas palestinos y muchos de los que ya se empieza a entender que eran atentados de neonazis del NSU (Clandestinidad Nacionalsocialista). La mayoría de ellos eran atentados políticos, tenían una agenda y un blanco directo. Ahora son atentados que quieren matar a la máxima cantidad y en la manera más cruel. Terror es terror igual de donde viene, pero la ola de barbaridad que aterroriza ahora Europa es diferente. Eso no tiene nada que ver con política o religión, son fanáticos y extremistas psicópatas.

No sé sabe todavía quién es el responsable de la bomba en el Andino. Pero ya hay muchos que muestran su odio. Lo mismo pasó cuando un joven mató a nueve personas e hirió a una multitud en Múnich el año pasado. Muchos publicaron directamente que fue un acto terrorista islámico y al final nos enteramos de que fue un estudiante alemán-iraní víctima del bullying. Tenía una enfermedad mental más similar al pensamiento fanático del asesino múltiple noruego Anders Breivik y otros enfermos del síndrome amok. Ahora, cada vez que un carro choca con un grupo de personas las redes sociales se vuelven un bulto de odio. La última vez que eso pasó fue un terrorista británico, un desempleado y supuestamente cristiano. Mató a una persona e hirió a varios musulmanes que salieron de su mezquita después de las oraciones de Ramadán.

Tanto acá como allá, hay partidos políticos que utilizan estos actos terroristas para su agenda. Las frases que utilizan suenan muy similar: “Esta es la paz de Santos” o “Estos son los pobres refugiados de Merkel”. Esta gente y sus seguidores son aun peor que los extremistas, porque son terroristas vestidos de trajes y escondidos en redes sociales. Ellos utilizan nuestros miedos que provoca el terror para manipularnos. Tenemos que rechazar con todo vigor el terror, el del Andino como el del London Bridge, pero también tenemos que rechazar su manipulación.

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