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Tiempos de negociar

Daniel Pacheco
25 de noviembre de 2013 - 11:00 p. m.

Las negociaciones de paz en Colombia no son excepcionales. En cambio, parecen existir en una nueva era global de retorno a la diplomacia y de ablandamiento de las manos duras alrededor del mundo.

Sacar la cabeza de las fronteras nacionales y oler los nuevos aires de un mundo cada vez más interdependiente es importante a la hora de definir el rumbo de los próximos cuatro años en Colombia.

El último gran golpe del martillo cayó en mayo de 2009. No fue en el gobierno de Uribe, que dejó su promesa de aniquilamiento a medio camino. El presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapaksa, declaró la victoria sobre una de las guerrillas más temidas del mundo, los Tigres Tamiles, luego de un cruento enfrentamiento miliar. Sin importar la condenas y sanciones de la comunidad internacional, el gobierno de Rajapaksa aplastó con bombardeos feroces e indiscriminados a los Tigres Tamiles y logró derrotar a esta guerrilla, que hacía algunos años controlaba el 25% del territorio de Sri Lanka.

Dos años más tarde, en enero de 2011, no muy lejos de ahí, llegó el que es hoy un hito del cambio de los vientos. El Parlamento de Birmania celebraba su primera sesión en varias décadas, disolviendo de facto la junta militar que había gobernado al país 50 años con un talante totalitario. Fue una transición negociada, imperfecta y aún en proceso. Aunque líderes como Aung San Suu Kyi, la ganadora del Nobel de Paz, quien duró en arresto domiciliario casi tres décadas, están de vuelta en la política, la incipiente democracia sigue luchando contra las élites políticas que gobernaron por medio siglo.

Detrás del cambio en Birmania estuvo el empeño de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton. La canciller de EE. UU. también estructuró el proceso aún inconcluso de negociación con los talibanes, de Afganistán. Estados Unidos, el país que “no negocia con terroristas”, se sentó en Doha con el grupo de terroristas que protegió a Osama Bin Laden. Estas charlas están empantanadas, pero no muertas, mientras Washington busca caminos para reorganizar su papel en Afganistán luego del fin de la ocupación, programada para el final de 2014.

Ni siquiera el uso de armas químicas en Siria, una violación a la línea roja dibujada por el presidente Obama, causó una guerra. La intervención a último momento del presidente Putin, una muestra de que los tiempos de negociar no son el producto exclusivo de una doctrina estadounidense, evitó el bombardeo sobre Damasco. Como en todo, hay excepciones —por ejemplo Libia—, pero hasta enemigos jurados como Estados Unidos y Teherán han abierto caminos de diálogo históricos.

Los tambores de guerra suelen conseguir oídos ávidos sin importar la época. Pero la ventana de la paz se abre de forma tan prometedora, y no sólo por lo que pasa en La Habana, que sería muy triste que Colombia no asuma los riesgos de saltar.

@danielpacheco

 

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