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Tolerancia

Luis I. Sandoval M.
13 de enero de 2015 - 02:29 a. m.

Tolerancia es la virtud cívica por la cual vivimos constructivamente la diferencia y la pluralidad.

Tan sencillo decirlo y tan difícil practicarlo en la sociedad global del siglo XXI. El camino del aprendizaje ha sido largo y rudo. Tras la horrenda Noche de San Bartolomé en París (agosto 23-24, 1572), el Edicto de Nantes (1598) se recuerda como el primer gran paso de tolerancia en cuanto reconoció la libertad religiosa y puso término a las guerras de religión.

Sin embargo los fundamentalismos entre creyentes cristianos afloraron de nuevo: el memorable edicto fue revocado en 1685 lo cual ocasionó la emigración de más de 200.000 hugonotes franceses a otros países de Europa.

Esa compleja circunstancia condujo, a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, a poner las bases del moderno concepto de tolerancia como se esbozó en la primera línea de esta columna. De ese florecimiento fueron fruto la Carta sobre la Tolerancia de John Locke (1689) y la Carta sobre el Entusiasmo de Antony Ashley Cooper, tercer Conde de Shaftesbury (1708), a la que aludí en reflexión anterior destacando la necesidad de transitar de “relaciones depredadoras a relaciones estéticas” entre las personas, grupos humanos, etnias y naciones.

Por supuesto la tolerancia no se reduce al tratamiento de las diferencias religiosas, hoy se asume como la pauta de conducta individual y colectiva, en culturas democráticas, para afrontar todo tipo de diferencias en el seno de la familia, la sociedad, el sistema político, la comunidad de naciones. Actitudes contrarias a la tolerancia son la incomprensión, el matoneo, el dogmatismo, el sectarismo, la xenofobia, la homofobia, el racismo, la discriminación, la exclusión, la violencia, la guerra.

En el momento presente el mundo entero está sensibilizado sobre este tema por lo que acaba de ocurrir en París con la Revista satírica Charlie Hebdo, en Colombia por cuanto la paz venidera demanda la aclimatación de un ambiente real de respeto de la pluralidad entre diferentes y contradictores sociales y políticos. Imposible no recordar ahora a Jaime Garzón.

Lo que me parece importante destacar en estas breves líneas es que la tolerancia es un camino de doble vía: exijo tolerancia y doy tolerancia. No puedo exigir tolerancia conmigo y al mismo tiempo ser intolerante con los demás. Lo que se predica de las personas es válido en este campo predicarlo de países y culturas. Los derechos de los pueblos merecen recíproco respeto.

Todo mundo ha repudiado sin vacilación el acto bárbaro –radicalmente intolerante- de asesinar a los dibujantes y editores de una publicación que se burlaba mediante caricaturas del profeta Mahoma y del Corán. Pero la grandiosa Marcha Republicana de París, el domingo 11 de enero, no puede ocultar antecedentes como la cruel ocupación francesa de Argelia durante 132 años. Al parecer los jóvenes atacantes de Charlie eran precisamente de origen argelino.

El debate entre cartonistas ha llegado inclusive a señalar que “Algunas personas pusieron en duda ese trabajo por considerarlo mera crueldad, oculta detrás de la idea de libre expresión” (Spurgeon). “Los miembros blancos de la “redacción” no eran meros mártires de la libre expresión sino promotores frecuentes y deliberados de “cierto tipo de virulento racismo y xenofobia francesa” (Jacob Canfield).

Se ha globalizado el mundo, pero no se ha globalizado la tolerancia. Colombia cuando transita de la guerra a la paz, de la intolerancia a la tolerancia, contribuye poderosamente a abrir caminos de humanidad, a fin de que en lugar de relaciones depredadoras avancemos en establecer relaciones estéticas como el camino justo para tramitar la conflictividad propia de la sociedad humana en todos los tiempos.

lucho_sando@yahoo.es / @luisisandoval

 

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