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Toros Prácticos

Alberto Carrasquilla
11 de septiembre de 2014 - 03:07 a. m.

Con su usual dosis de lucidez, Vladdo se fue lanza en ristre contra el reciente fallo de la Corte Constitucional que ordena restituir de manera inmediata la Santamaria como plaza de toros permanente. El genial caricaturista y agudo observador opina que el fallo es vergonzoso, que la fiesta brava es indefensable, que es un asunto de bárbaros, que dista mucho de ser arte, que genera empleo de mala calidad y que la Corte fue medieval al invocar en su razonamiento conceptos como la tradición y la defensa de la libertad. Termina la feroz andanada preguntando por qué no someter la decisión a una consulta popular.

Las reflexiones de Vladdo son valiosas puesto que recogen, de manera clara y sintética, los argumentos que esgrimieron, en su momento, el alcalde Petro y quienes comulgaron con su visión sobre la fiesta brava. De esta manera, la columna de marras es un excelente punto de partida para un debate sereno y constructivo.

Empiezo por plantear la mas sencilla de de las objeciones a quienes ven al movimiento antitaurino como un defensor de los derechos de los animales. Supongamos que mañana, para alegría de Vladdo, se prohibe la realización de corridas de toros en el mundo entero. Es obvio que, en ese mismo instante, el valor económico de todos los hatos bravos del mundo desaparece y que la existencia de sus decenas de miles de reses se convierte en una carga financiera inmanejable. Lo que cabe esperar es que, llegado ese momento, los ganaderos del mundo opten por un exterminio completo y rápido de la estirpe en su conjunto. No solo tendríamos que cargar la conciencia con el exterminio causado, sino que habríamos eliminado de la faz de la tierra a uno de los animales mas hermosos e imponentes que la hayan pisado.

Segundo, con el exterminio completo de la especie tendríamos que aceptar la muerte paralela de una de las actividades agrícolas que, por su naturaleza de muchas maneras primitiva, tranquila y muy poco intervencionista, resultan mas amigables con el medio ambiente y reemplazarla con otras menos amigables. Nada mas ajeno al vértigo de una agroindustria contemporánea que la serenidad casi medieval de una hacienda de ganado bravo. Para poner un ejemplo, un animal criado para la producción industrial de carne bovina es sacrificado mas o menos a los 18 meses de haber nacido; un toro de lidia muere en la plaza a los cuatro o cinco años de edad.

Tercero, la prohibición hipotética que comento, al hacer desaparecer el valor económico de unas propiedades, es una amiga muy cercana de la expropiación monda y lironda. Al fin y al cabo, no es muy clara la diferencia entre despojar al ganadero de sus cuentas bancarias mediante un plumazo administrativo, de una parte, y quitarle a través de otro plumazo administrativo todo el valor a un hato ganadero que, para efectos prácticos, son activos, lo mismo que las cuentas bancarias, y son su propiedad.

Cuarto, como bien lo dijo el otro día el gran Cesar Rincon, el toreo es una profesión. Prohibir la fiesta brava es prohibir, también, la libertad de escoger esa profesión y la libertad de ejercerla. No hablo solamente de los toreros renombrados, sino también de los menos renombrados, los subalternos, los mayorales, los artesanos que forjan la parafernalia fascinante de la fiesta, y por supuesto los varios miles de personas que generan parte importante de su sustento alrededor de las corridas.

Es respetable que mucha gente, la mayoría diría yo, opine que la tauromaquia carece de todo contenido artístico o cultural. Son opiniones con igual mérito a las opiniones contrarias y este tipo de debate es, por esa razón, completamente inconducente. Vladdo no hubiera convencido a Goya con sus argumentos ni Vargas Llosa va a convencer a Vladdo con los suyos.

Para avanzar en el debate hay que salirnos de este espacio subjetivo y propenso al acaloramiento y entrar en uno mucho más práctico. Discutamos mejor si es razonable una decisión cuyas consecuencias serían el exterminio automático de una especie animal que muchos amamos desde nuestra minoría indudable, el deterioro del medio ambiente, la expropiación de los ganaderos y la eliminación de la libertad de escoger y de practicar una profesión tan digna como cualquiera otra.

@CarrasqAl

 

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