Transparencia

En mi familia inmediata depositamos votos cuatro personas. Uno de ellos, el más joven, siempre hace preguntas y la que hizo a los jurados de votación de su mesa fue: ¿Qué constancia física queda de que efectivamente cada votante de esa lista se presentó y votó?

El control es este Certificado Electoral Elecciones 25 de mayo de 2014. ¿Y quién va a verificar que es válido, si simplemente se puede cubrir con marcador el nombre y el número de cédula y depositar votos en esa urna de cartón? ¿Quién responde que de esta manera no se presente fraude en poblaciones alejadas de la ciudad capital donde la Registraduría emite boletines frecuentes? Los jurados no pudieron responder esas preguntas y remitieron a mi nieto a que elevara esas preguntas a la Registraduría Nacional del Estado Civil. Elevo esta pregunta entonces al registrador, Carlos Ariel Sánchez, por intermedio de esta carta del lector.

Esperé la edición de ayer para revisar datos definitivos de la jornada electoral y veo con gran alegría que la observación que hizo mi nieto también la detectó la Misión de Observación Electoral (MOE), encabezada por Alejandra Barrios: “MOE pide identificación de los electores” (El Espectador, pág. 6).

El voto en una democracia debe ser sagrado. Representa la decisión personal de un elector que a conciencia cree estar permitiendo que sus derechos de ciudadano sean representados por las personas a quienes selecciona con su voto. No es un juego de niños como parece que decidieron ilustrar el tema “Aciertos en el empate técnico y la ida a segunda vuelta, evaluación de las firmas encuestadoras”, en la página 7 de la edición ya mencionada, y peor aún la ilustración de la crónica de la página 10 “El fenómeno Uribe”, en la cual aparece sonriente el gran elector expresidente ante la mirada de disgusto impotente del joven jurado de votación.

En la segunda vuelta definitiva la transparencia electoral es de la mayor importancia para recordar y exigir a los candidatos “Juego limpio, señores”.

Héctor A Chamorro. Bogotá.

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