Traslados y permanencias

Lorenzo Madrigal
18 de agosto de 2014 - 03:00 a. m.

Que el gobierno se hace con los amigos, decía no sin cierto cinismo un gran periodista, ya fallecido. Además, amigo.

Si hay algo de verdad en ello, consiste en que se gobierna con los mismos de la brega electoral y, en el caso de la continuidad reeleccionista, con los que se venía gobernando, por cierto con ventaja sobre todo el mundo.

El ministro del Interior, Iragorri Valencia, se queda, pero pasa a Agricultura, al parecer por el desempeño que tuvo en los “tales” paros agrarios. La hacienda Paletará le haya dado luces del campo, aunque es posible que haya heredado de su abuelo, el presidente Valencia, más afición por la cetrería que por los cultivos.

En cuanto a Juan Fernando Cristo, pasa de manejar el Congreso, órgano de control político del Ejecutivo, a manejarlo a favor del Gobierno. Santos se ha movido con habilidad en esos círculos parlamentarios, donde fue anfitrión y amigo hasta que lo hicieron designado a la presidencia, el último que fue. Ahora es el último presidente de reelección consecutiva, pues la institución ya no es de su agrado.

La ministra de Relaciones sigue en su cargo, pese a la debacle ante la Corte de La Haya. Ahora hace fuerza, con dos ‘especialistas en derecho del mar’, doctores Arrieta y Cepeda, para que nos dejen San Andrés y las costas de Nicaragua no limiten con Cartagena.

El gran Yesid Reyes, hijo del jurista mártir, era un cambio esperado por el gran influjo del fiscal Montealegre, quien se la tenía jurada al anterior ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez. El fiscal surte de doctrina al presidente Santos en lo relativo a la justicia transicional, necesaria para la paz de La Habana y el Nobel de Estocolmo. La cabeza de Gómez Méndez rodaba hacía días.

El ministro de Defensa, pupilo de Santos, continúa haciéndole el papel bipolar, con que alimenta el fragor de la batalla, da contentillo a las Fuerzas y al sector más conservador del país.

La exdirectora del Sena llega al Ministerio de Educación Nacional, como quien pasa de la educación media especializada a la educación superior. Algún chistoso, que no falta, dijo de la anunciada ministra que “no Gina los requisitos” de sectores educativos. Pero sí que los llena, como también los del partido de la U, al que ha regresado.

Lucho, antes asesor social (lo que esto quiera decir), pisa ministerio en firme, la cartera del Trabajo, el que tantas veces visitó como sindicalista y palabrero, que lo es en grado sumo. Sólo se trata de un crujir de asientos: le corresponde ahora ocupar la silla detrás del escritorio.

El ministro Tic se queda ahí, aprendiendo nuevas tecnologías y repartiéndolas a los colombianos, con gran afecto por la población escolar y con seriedad enemiga de la pantalla mediática. No digo su nombre para no confundir, porque hay otro Diego Molano.

 

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