Publicidad

Tribulaciones de un visionario

Andrés Hoyos
04 de marzo de 2015 - 03:41 a. m.

Por esta época cada cuatro años, los admiradores y amigos de Enrique Peñalosa empezamos a tragar saliva. No nos cabe duda de que él sería el mejor alcalde de Bogotá, pero al mismo tiempo sabemos que es en extremo improbable que salga elegido.

También sabemos que ante la perspectiva de regresar al puesto que más anhela en la vida, Enrique se tapa los oídos y se vuelve insensato. Esta columna, por ejemplo, es del todo inútil.

El dato más importante que reflejan las encuestas es la imagen negativa, ya que un enemigo es mucho más militante que un amigo. Hoy Enrique tiene un negativo del 51%, casi imposible de erosionar en unos meses. Quizá un ejemplo aclare mi punto. El caricaturista Vladdo pertenece grosso modo al centro izquierda. Pues bien, apenas se enteró de que Enrique era candidato en 2011, perdió la calma y se montó, pluma en mano, en la campaña de Petro. Había que parar la amenaza a como diera lugar. Posesionado Petro, Vladdo empezó a ver los desastres que causaba su candidato y se bajó sin remordimientos del petrismo. En la tónica de Vladdo hay centenares de miles en Bogotá.

Aparte de la antipatía personal de muchos, existe la percepción de que Peñalosa está a la derecha del espectro. Tres factores, difíciles de contrarrestar en poco tiempo, han configurado esta imagen. Están sus alianzas, todas improductivas, con Álvaro Uribe. Peñalosa no es el único que le reconoce al ex haber infligido una derrota estratégica a las Farc, pero ese logro vino aparejado de una larga ristra de desatinos, para no hablar de los múltiples delitos cometidos por sus subalternos. Enrique, por ser agradecido en el momento inadecuado, se ganó el agua sucia, no los méritos de la campaña militar. Un segundo factor que estigmatiza a Enrique es el tono arrogante con el que comunica ciertas ideas necesarias, aunque impopulares, como sus eternas dudas sobre el metro, cuya construcción se ha convertido en un punto de honor para los (electores) bogotanos, y la aversión por el carro particular. Enrique no ha tenido en cuenta que, así en Bogotá sólo 19% de la población se movilice en carro, casi todos los periodistas pertenecen a ese 19% y le van a cobrar sus ataques. El tercer factor es su imagen aristocrática, muy difícil de vender como perteneciente al centro izquierda.

Un dato crucial para tener en cuenta es el resultado de la primera vuelta presidencial de 2014: Enrique sacó 392.000 votos en Bogotá. Estos son sus electores propios, un caudal de lejos insuficiente de cara al millón (o un poco menos) que necesitará el ganador en octubre, pero decisivos si se diseña un modo para sumarlos a un tercer candidato. Dicho de otro modo, Peñalosa sí tiene un camino para regresar a la Alcaldía, sólo que sería en 2019, no ahora. Si se convierte en el elector este año y pacta con el ganador lo que en los tiempos de la vieja izquierda se llamaba un programa mínimo, puede ejercer una influencia sana y visible en la administración resultante. Y entonces, “a criar biznietos, que es muy sabroso”, como le sugería Escalona a la patillalera. Por si acaso, no es otra la estrategia de Vargas Lleras para las presidenciales de 2018.

Claro, comprender lo anterior implica una astucia política y una flexibilidad de las que Enrique carece, así que no es imposible que al final contribuya a la elección de Clara López, quien, por lo que valga, es una mala opción aunque menos que Petro o Samuel Moreno.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar