Un año convulsionado

Arlene B. Tickner
27 de diciembre de 2011 - 11:00 p. m.

El 2011 será recordado como un año convulsionado. Catástrofe nuclear en Japón, tan grave como el accidente de Chernobyl de hace 25 años; hambruna en África Oriental, descrita como la peor crisis humanitaria del siglo; muerte de Osama bin Laden; primavera árabe; revuelta social mundial; intervención internacional en Libia; crisis del euro y de la integración; crisis económica en Estados Unidos; violencia epidémica en México, y cambio de mando en Corea del Norte. He aquí cuatro hechos que dejaron huella.

1. Vientos de cambio. Alimentada por la incontenible rabia de que el sistema económico y político vigente beneficia más a unos pocos que al resto, la protesta social fue la protagonista del año. Pese a los orígenes diversos de la primavera árabe, los indignados en España, el movimiento Ocupar Wall Street, las manifestaciones estudiantiles en América Latina y las demostraciones por la justicia social en Israel, todos comparten una lectura distinta y “contestataria” de la democracia, basada en el derecho de la gente de cuestionar e incluso resistir las acciones del Estado mediante la desobediencia civil, sobre todo cuando sus representantes no responden a las demandas ciudadanas.

2. Con pena y sin gloria. Pese al retiro definitivo de las tropas estadounidenses de Irak, su guerra ilegal deja un legado entre ambiguo y desastroso. Nueve años de ocupación militar, más de 4.400 soldados estadounidenses y 150.000 iraquíes muertos, así como alrededor de US$1 billón derrochados no han restaurado del todo la seguridad, las instituciones del Estado, el empleo ni los servicios públicos. Mientras que la aprobación de una nueva Constitución en 2005 y las elecciones de 2010 apuntan al tránsito paulatino hacia la democracia formal, el conflicto entre distintos grupos étnico-religiosos no disminuye y la inestabilidad política y económica continúa.

3. Desesperanzador acuerdo. Los esfuerzos por lograr la firma inmediata de un tratado legalmente vinculante para controlar el calentamiento global en la Conferencia sobre Cambio Climático de Durban arrojaron un compromiso tibio y tardío. A diferencia del Protocolo de Kyoto, que sólo aplica a las emisiones de gases de efecto invernadero de los ricos, el acuerdo suscrito aplicará a todos los países por igual. Positiva también es la creación de un fondo “verde” para ayudar a los más necesitados a adaptarse a las exigencias de la producción “limpia”. Empero, su entrada en vigencia no antes de 2020 es tarde para limitar el alza de la temperatura de la Tierra. Peor aun el único tratado existente, Kyoto, queda casi en letra muerta, ya que no cobija a los principales emisores: Estados Unidos y China; Rusia y Japón no se comprometerán a nuevas reducciones, y Canadá acaba de retirarse.

4. Con sabor futurista. El uso sigiloso pero creciente de drones (vehículos aéreos no tripulados) por Estados Unidos y otros apunta al futuro de los operativos militares y de inteligencia, pero también de la lucha contra la inmigración ilegal y el narcotráfico, así como el control social en general. Mientras que la polémica en torno a los drones en Irak, Afganistán y Pakistán ha girado en torno al peligro que plantean para los civiles, su uso “nacional”, en lugares como la frontera con México, dará mucho de qué hablar en cuanto a la restricción de la privacidad y la libertad.

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“Estemos siempre en guerra con nuestros vicios, en paz con nuestros vecinos y que cada año nuevo nos convierta en mejores personas”. (Benjamin Franklin).

 

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