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Notas al vuelo

Un año después

Gonzalo Silva Rivas
17 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.

Hace un año, por esta época, los principales destinos turísticos empezaron a cerrar fronteras para dar paso a una arrolladora reacción, que en menos de un mes encadenó en cuarentena global a casi todos los doscientos y pico de países que existen en el mundo. La industria iniciaba su viacrucis y se convertía en la principal víctima de la pandemia del coronavirus. Enfrentaba el peor golpe de su historia, con costosas repercusiones económicas y sociales que pusieron en jaque a millares de empresas y millones de empleos, dependientes directa e indirectamente de su actividad.

La crisis que azota al turismo —y en general a la economía mundial—, de la que aún no se levanta y correrá tiempo para hacerlo pues no cesan los confinamientos, es consecuencia de la evolución natural del virus, surgido en un concurrido mercado de Wuhan, en China, pero también de la indolencia generalizada de los líderes del planeta que, pese a las advertencias lanzadas tiempo atrás por los expertos sobre la irrupción de una grave amenaza sanitaria, no hicieron ni han hecho los esfuerzos suficientes para prepararse y enfrentarla con eficacia y eficiencia.

Ya en 2015, Bill Gates, el cofundador de Microsoft, vaticinaba sobre lo que sería el próximo gran riesgo de una catástrofe global: una pandemia causada por un virus altamente infeccioso que se propagaría rápidamente por todo el mundo y contra el cual la humanidad no estaría lista para luchar. Cuatro años después, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), refirió que la amenaza de una pandemia de gripe estaba latente, al considerar el riesgo de que un nuevo virus se propagara de los animales a los seres humanos.

Entre 1980 y 2010 el número de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas prendía las alarmas. Se habían multiplicado por tres, consecuencia de múltiples factores como el crecimiento de la población, la pobreza, la carencia de agua potable y de servicios médicos, las migraciones, los viajes y la resistencia a los antibióticos. El incremento de los riesgos se hacía progresivo.

La cuestión, entonces, no era saber que habría una nueva pandemia de gripe, sino cuándo ocurriría, como finalmente aconteció en diciembre de 2019, para desnudar, finalmente, la realidad del planeta. Se demostró que no estaba preparado para asumir responsablemente su manejo, porque los gobiernos no prestaron atención a sus abismales limitaciones en materia de infraestructura sanitaria —como tampoco sucede ahora—, por cuanto la política asumida cada vez que un virus infeccioso se propaga por el mundo es la de “pánico y olvido”, es decir, controlar la coyuntura y, una vez logrado, olvidarse del problema.

En el caso del actual coronavirus, cuya cuenta de cobro en vidas humanas y en pérdidas económicas es costosa, la casi totalidad de los gobiernos han respondido de manera desacertada, incoherente y torpe ante la crisis. De las ligerezas no se escapa ni siquiera la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en los inicios del brote parecía trastabillar. Su tardía reacción para investigar los primeros casos chinos permitió que la temprana epidemia se transformara en devastadora pandemia.

El traspiés de la OMS, que además demoró en reconocer la necesidad de limitar el tráfico internacional y hacer uso de mascarillas, la puso en el ojo del huracán y desató a su alrededor una tormenta de críticas y especulaciones que, de cierta forma, dilató los esfuerzos y las estrategias para combatir la pandemia, politizó el debate, generó tensiones geopolíticas y propició divisiones entre y dentro de los países. Se abonó el terreno para que los gobiernos, conforme a sus intereses, encubrieran sus vacilaciones y equivocaciones y socavaran derechos. Comportamiento que permitió construir teorías conspirativas, con mentiras y verdades a medias, y sembrar confusión y desconfianza sobre la realidad y las consecuencias de la crisis sanitaria.

Estas fisuras en la gestión oficial no son ajenas a ningún sistema político. Ni en el de las naciones de corte liberal, en Occidente, ni en las que se rotulan dentro del “capitalismo de Estado”, como es el ejemplo chino. La postura misma de algunos gobiernos en los inicios de la letal pandemia fue restarle importancia a la amenaza, hasta que les llegó la noche y se sintió el colapso de los frágiles sistemas sanitarios y el personal médico optó por priorizar la atención y salvación de los pacientes.

Pese al crecimiento exponencial de muertos, líderes como Donald Trump, Jair Bolsonaro, López Obrador o Boris Johnson, negacionistas del coronavirus, decidieron no rendirse ante la evidencia y continuaron subestimando la enfermedad, incluso, después de ser víctimas de ella. El presidente y la vicepresidenta de Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo, marido y mujer, convocaron una multitudinaria marcha sin protocolos sanitarios, bajo el lema de “El Amor en tiempos del COVID-19”, y el presidente Duque decretó, en medio de relajadas medidas de confinamiento, el “Día sin IVA”, en el que millares de compradores desafiaron la pandemia para atiborrar los locales comerciales y ganarse unos descuentos.

Esta histórica crisis sanitaria —que arroja en el mundo 120 millones de contagios y supera los 2,6 millones de fallecidos—, atizada por la incapacidad e improvisación de los gobiernos, desterró al turismo, la industria más afectada en la escala de la economía global, por ser la más sensible ante las contingencias naturales y humanas. El fracaso global —que seguramente se repetirá ante la aparición de otro patógeno agresivo— la mantiene, un año después, sin oxígeno, dependiente de respirador y en cuidados intensivos.

gsilvarivas@gmail.com, @Gsilvar5

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Juan(33559)17 de marzo de 2021 - 03:21 p. m.
Esta pandemia se está volviendo una montaña rusa para todos, para el mundo, para el turismo, el virus crece, disminuye y vuelve a crecer, el turismo se abre y se cierra y el mundo se confina y se desconfina. La incertidumbre es total, los gobiernos vacilan y mucha gente actúa de manera irresponsable sin distanciamiento ni tapabocas, inconscientes de la gravedad de esta crisis. Dios nos libre.
-(-)17 de marzo de 2021 - 03:20 p. m.
Este comentario fue borrado.
Atenas(06773)17 de marzo de 2021 - 03:42 p. m.
Esta, una breve síntesis de un sacudón de la natura q' fácil nos recuerda cuán frágiles somos y cómo estamos de desprevenidos o impreparados pa una adversidad a escala global. Nada q' no sea parte del proceso evolutivo, cual dijera Frazer en su obra La rama dorada "..en el camino de la penumbra..". Igual, quienes hacemos parte de las actividades productivas hemos "llevado del bulto".
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