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Un día del trabajo, sin trabajo

Luis Eduardo Garzón
30 de abril de 2009 - 02:28 a. m.

NADIE MÁS COMPROMETIDO CON LA reelección de Uribe que la Dirección del Polo, que soberbia y arrogante aplica su aplanadora para imponer las mayorías de las que tanto se queja.

Me importa un bledo que Carlos Gaviria sea presidente-candidato como el primer mandatario. Lo que importa acá es para qué lo es, y eso quedó claro en el conclave de la semana pasada, donde ratifican la negación de ir a una convergencia electoral. No creo que la historia los absuelva. ¡Allá ellos! Sigo convencido de que el momento es para promover la unidad de los demócratas y no sólo de los izquierdistas, y a eso le seguiré apostando.

Y la apuesta se consolida. Crece la audiencia multipolar de los no reeleccionistas y simultáneamente se originan propuestas alternativas que dan la opción para que se concrete una agenda posuribista. Empezando por promover una declaratoria de desastre nacional contra el contagio masivo de la pobreza ahora que el gabinete solamente le da certezas de cohesión social a la familia presidencial. Ya quisieran tener esa asesoría los dos y medio millones de desempleados. Muchos de ellos siguen deambulando con fórmulas creativas en su búsqueda de trabajo sin encontrar zonas francas, ni trenes de cercanías, ni dobles calzadas que valoricen sus inversiones, ni gobernantes locales que legitimen la tarea. Fórmulas como la de requerirles a los fondos privados de pensión que no se jubilen guardando la platica, viendo que hoy cuentan con sesenta y un billones de pesos que, bien utilizados en construcciones de vivienda, amortiguarían los efectos de su crisis. Receta que debería asumir el Banco de la República, que cuenta con veinticinco mil millones de dólares en reservas internacionales. Todo eso acompañado de una política tributaria que acabe las exenciones a las grandes fortunas, y en donde los gobiernos locales aumenten progresivamente los prediales y ejecuten la plusvalía en las principales ciudades.

Esto y mucho más se lo recordarán millones de colombianos al Presidente mañana primero de mayo. Es el referéndum de los que no firman pero hablan. Un día del trabajo sin trabajo. Una promesa más, como tantas sin cumplir. Como cuando fue ponente de la ley 50 con el argumento de acabar la temporalidad en el empleo y actualmente el único con contrato a término indefinido es él. O como cuando promovió la ley 100, convirtiendo a los usuarios de la salud en clientes antes que pacientes, y de cuya intermediación se valieron esos ejércitos mafiosos para penetrar dramáticamente la política. Es un momento donde cunde la desconfianza inversionista y se observa cómo los ministros de Minas y Agricultura se recriminan a punta de lengua contaminada de etanol. Un país que ve, con mirada atónita, la demolición de la seguridad democrática a punta de ‘chuzadas’ y falsos positivos. Un Gobierno que estimula sofismas por doquier con tal de evitar confrontar su responsabilidad en la crisis económica. Hoy es Piedad Córdoba. Mañana cambiará de sparring. Su mejor defensa es el ataque. Por esa agresividad presidencial uno tiene que correr el riesgo de contagiarse, y más cuando lo que está en juego son las pocas libertades democráticas existentes. Por lo menos yo, en ese propósito, seguiré saludando de mano a uribistas, liberales, conservadores e independientes antirreeleccionistas sin temor a que estornuden.

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