Un discurso histórico

Augusto Trujillo Muñoz
08 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

El debate presidencial norteamericano dio testimonio de un país profundamente dividido, y así lo registraron los medios de comunicación.

El discurso de Obama, sin embargo, quiso recuperar unos factores de consenso interno, que resultan clave para un suceso menos sobresaltado de la política. Su triunfo manifiesta el enorme liderazgo de un hombre de color, cuya campaña se llevó a cabo en condiciones adversas: una crisis económica sin resolver, unos ofrecimientos políticos en imposibilidad de cumplir, una oposición fortalecida en el estímulo que da el “anti” en medio de una coyuntura como la presente.

Los Estados Unidos consolidaron su dimensión universal, a lo largo del siglo xx. Ofrecieron rutas de libertad individual a todo un mundo sitiado por las guerras y las dictaduras. En Europa dos conflagraciones destructoras, en Rusia y China el autoritarismo proletario convertido en dogma político, en el mundo árabe la insignia fundamentalista. América latina contaba poco en el mapa geopolítico.

El sueño americano despertó la ilusión de miles de seres humanos que durante buena parte del siglo anterior buscaron afanosamente –y no pocos hallaron- una existencia más amable. Inmigrantes europeos, asiáticos, latinoamericanos, en el propósito de mejorar su proyecto de vida, contribuyeron a engrandecer aún más la dimensión de su sociedad receptora cuya dirigencia –blanca, anglosajona y protestante (wap, según sus siglas en inglés)- cobraba aún más importancia, montada sobre aquella ola de progreso.

El vertiginoso ascenso de los Estados Unidos hacia el liderazgo es, en buena medida, producto de la integración de esfuerzos –raizales y foráneos- que se fundieron en un haz de propósitos decididos a aproximarse cada día más al horizonte. Su lunar era la discriminación con sus compatriotas afrodescendientes, durante mucho tiempo invisibilizada por la misma luz que proyectaba como nueva potencia universal.

Pero los últimos tiempos trajeron consigo cambios en algunos paradigmas, que apuntan hacia la conformación de nuevas realidades norteamericanas. Romney ganó entre la población blanca de mayores y entre los jubilados. Obama entre las minorías, las mujeres y los jóvenes. En ese orden de ideas los Estados Unidos de la presente centuria, prometen ser sensiblemente distintos a los Estados Unidos del siglo anterior.

“No estamos tan divididos como algunos sugieren”, dijo el presidente a sus seguidores en Chicago. “Creemos en un país generoso, compasivo, tolerante, abierto a los sueños de la hija de un inmigrante que estudia en nuestras escuelas y jura lealtad a nuestra bandera”, agregó. Hace cuatro años había dicho: “Esta victoria no es un cambio, es una oportunidad para el cambio”. La de este martes está mucho más cerca de serlo.

La sociedad gringa tradicional sigue siendo conservadora y cerrada. Pero el tiempo no perdona. Obama se atrevió a decirlo: "no importa si eres negro o blanco, o hispano o asiático, o nativo americano, o joven o viejo, o rico o pobre, capacitado o discapacitado, homosexual o heterosexual, aquí en los Estados Unidos puedes lograr lo que quieras, si estás dispuesto a intentarlo". Si eso resulta cierto, estamos frente a un cambio histórico.

Ex senador, profesor universitario. atm@cidan.net

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