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Un elogio a la diferencia

Columna del lector
14 de agosto de 2015 - 02:25 a. m.

DIVERSIDAD Y DIFERENCIA ya son palabras vacías y alteradas de tanto limitarlas a los lugares comunes.

Los ciudadanos somos expertos en defender estos dos principios como únicos y fundamentales de nuestra democracia. Claro, los defendemos, mas casi nunca los practicamos. ¿O usted no es racista, pero no tiene ningún amigo afrodescendiente? ¿O no es clasista, pero acepta que alguna vez ha usado términos como “sirvienta” o “indio”? Desde la teoría, los temas de igualdad son relativamente fáciles de entender y difíciles de practicar.

Son pequeñas acciones y omisiones que siguen perpetuando la discriminación en todas sus formas en nuestro país. Estas se reproducen en un sinfín de elecciones diarias, marcadas por omisiones, en sitios donde nunca iríamos, gente que jamás saludaríamos y personas con las que nunca interactuaríamos. Creamos interminables muros frente a los que consideramos diferentes a nosotros. Y no dejemos de lado la palabra, espada exquisita, con la que hemos participado en una cantidad de conversaciones clasistas, sexistas o segregacionistas de cualquier tipo, en cualquier calle y a cualquier hora.

Desde el inicio de los tiempos, esa gran dicotomía entre nosotros y “los otros” ha existido como parte de nuestro instinto de protección y, en algunos casos, de supuesta “superioridad vs. inferioridad”. Es probable que estas actitudes discriminatorias hayan disminuido en los últimos años, pero nuestro comportamiento se ve influenciado inconscientemente por los prejuicios sociales que hacen parte de la costumbre y del entorno, y que los hacen invisibles a nuestros ojos.

Basta de decir que la diversidad y la diferencia son conceptos que solo aplican a las minorías. Limitarse solo a entender estos en una población determinada, es en sí una discriminación. La “diferencia” está presente en todas partes, en las ideas, en los gustos, en los dioses (o la no existencia de los dioses), en la forma de ver el mundo, y de cosas tan sutiles como en la forma de amar a otro ser humano.

Vale la pena hacer un análisis de conciencia para analizar cuáles son esos prejuicios propios que nos acompañan todos los días y que perpetúan la desigualdad y generan odio. Por ejemplo, se ha preguntado por qué nunca ha invitado a su empleada a sentarse con usted a comer en la mesa al mismo tiempo que toda la familia. En ese silencio, ahí está su prejuicio.

Es importante entender que la discriminación se esconde en los lugares menos esperados, como en los estereotipos, que siempre son realidades incompletas y quebrantables. O en nuestros silencios de conciencia, cuando pasamos por la vida sin hacernos preguntas que nos saquen un milímetro de nuestra zona de confort.

La diferencia está, y debe estar, en todas partes. Antes de seguir sintiéndonos amenazados, deberíamos halagar su existencia, por el mundo de posibilidades que esta despliega. Y para respetarla y tolerarla con la misma responsabilidad con la que ejercemos nuestra propia libertad, tenemos que mirarla con otros ojos, sacándola de la caja donde tantos discursos y agendas políticas la han enmarcado.

@maria_mimia

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