Un feminismo hipócrita

Columnista invitado EE
18 de marzo de 2017 - 03:52 a. m.

Por: Mar Candela*

Tengo claro que la prostitución debe dejar de ser marginal y que la motivación para defender la dignidad humana en todos los aspectos de la vida de una prostituta no tiene que ver con que sea o no sea marginal, sino con que es su derecho legítimo. Esta defensa no viene de ayer; desde el siglo pasado se ha dado esta batalla.

Sea la ocasión para mencionar a una mujer tan radical que fue amada y rechazada con igual intensidad. Tan rebelde que defendió en el siglo XIX el amor libre y la prostitución legal. Tan innovadora que no sólo se postuló a la Presidencia de los Estados Unidos sino que fue corredora de bolsa en Nueva York, en un mundo financiero dominado por hombres. Victoria Woodhull tenía 33 años cuando fue nominada como candidata a la Casa Blanca por el Partido por la Igualdad de Derechos. Su candidatura fue presentada en mayo de 1872, casi medio siglo antes de que las mujeres obtuvieran el derecho a votar en Estados Unidos. Fue una joven autodidacta y con escasa educación formal y  hoy es recordada como una pionera.

Y la traigo a la memoria social colectiva para dejar claro que todas las personas que estamos a favor de la defensa de la dignidad humana entendemos que las prostitutas son mujeres sujetas de todos los DD. HH.,  y eso es algo indiscutible. Y aunque desde siglos pasados se quieren empeñar en negarlo. Siempre ha existido y siempre existirán voces defendiendo esta causa justa.

Este preámbulo es a propósito de la sentencia de la Corte  Constitucional: “No pagar el servicio de atención sexual configura falta de consentimiento en la relación, resulta contrario a la dignidad humana y al contenido axiológico (valores predominantes) de la Constitución ignorar el estado de marginalidad de quienes, en razón de necesidades apremiantes, ejecutan el comercio carnal, así  como echar de menos la motivación del pago como elemento de la voluntad”.

Desde Feminismo Artesanal celebramos  que  se considere igual a una violación  sexual   el hecho de que un cliente  de una prostituta no pague  el servicio.  No obstante,  es necesario hacer algunas reflexiones y, desde ahí, algunos reproches.

La prostitución no es delito, y aunque es un trabajo, aún no está reglamentado como tal. 

Al respecto, la Corte Constitucional colombiana señala:

Para el Estado social y democrático de derecho, la prostitución no es deseable, por ser contraria a la dignidad de la persona humana el comerciar con el propio ser. No existe trabajador(a) que no comercie "con su propio ser". Ninguna persona en ningún tipo de labor trabaja enajenada de su cuerpo. Aun cuando el trabajo sea de índole intelectual y no físico, "comercia con su propio ser". Ya es hora de que dejemos de fragmentar la existencia y entendamos que no podemos seguir creyendo que la dignidad humana radica en el tipo de trabajo que tengamos y sobre todo en el modo en que hacemos uso de nuestro derecho a una vida sexual activa y autodeterminada. Estamos en pleno siglo XXI y el debate sobre la dignidad se encuentra en obra gris. Y resulta difuso.¿De verdad podemos pensar que el trabajo de la prostitución voluntaria es más indigno que cualquier oficio común? ¿De verdad creemos que las personas que decidieron ganar el pan diario como vendedores(as) ambulantes, taxistas o  en servicios domésticos  son más dignas que las personas que trabajan en la prostitución? ¿En serio? ¿Creemos que  existe alguna sola persona en el planeta que no “comercie con su propios ser”?

A mí me cuesta creer que sea en serio. Lo que creo es que la Corte es condescendiente con la sociedad colombiana doblemoralista. Que si considera que es más digno ganar 50.000 pesos diarios  lavando pisos y partiéndose el lomo  en domésticos por ocho horas que casi siempre son 10  u 11  teniendo en cuenta el tiempo de  transporte en las ciudades grandes  y  las desconsideraciones de quienes toman los servicios domésticos. La Corte sabe que no puede comprometerse en el esfuerzo estéril de prohibir lo que inexorablemente se va a llevar a cabo y por ello tolera como "mal menor" la prostitución, es decir, como una conducta no ejemplar ni deseable, que es preferible tocar y controlar, a que se esparza clandestina e indiscriminadamente en la sociedad...

¿Qué es lo inmoral e indeseable? Aun no lo comprendo. La sexualidad libre  no es inmoral solo  si  es con ánimo de  lucro. ¡Patrañas.! Les parece  inmoral e indeseable que una  mujer haga de su sexualidad una herramienta de empoderamiento  económico y no que  sea sexualmente hiperactiva  sin ánimo de lucro.

La referencia de  la Corte sin un análisis muy afianzado solo demuestra el carácter peyorativo y discriminatorio hacia la persona misma de la prostituta. La considera como “la plaga a controlar.”...  invoca  protección y  derecho a la dignidad  de las prostitutas aun cuando  más allá del papel no se hace nada de fondo para empoderarlas de sus DD. HH. No existe  algo realmente  determinante  que   garantice el derecho a la vida digna a cada prostituta  aparte del ofrecimiento de programas de “rehabilitación" de algunas ONG  (equiparando la prostitución a alguna enfermedad mental o adicción). Y en el Congreso de la República aún no se ha hecho algo determinante serio  en materia de DD. HH. de las personas que  ejercen este trabajo, otorgando la potestad en este tema  a cada departamento y municipio para su tratamiento.

La Corte, al reforzar estos argumentos, fortalece la hipocresía social, que también la hay en  el feminismo. El feminismo que es abolicionista de la prostitución es un feminismo hipócrita que les dicta a las mujeres: “tu cuerpo es tuyo, tú decides, sí y solo sí no tienes relaciones sexuales con ánimo de lucro", “tu cuerpo es tuyo y sólo tuyo únicamente para saltar de sexo en sexo como te apetezca siempre y cuando no decidas hacer de tu sexualidad una herramienta de empoderamiento económico”.

Soy feminista, y como feminista entiendo que el patriarcado es el único interesado en ese tipo de postulados. La reglamentación de la prostitución no trata de moral, ni de religiosidad. Tampoco trata de pretender que todas las mujeres consideren la prostitución como su opción laboral más viable y rentable. No se trata ni siquiera del imaginario colectivo de que las prostitutas “son mujeres de la vida fácil” y, por ende, no deberían exigir el respeto por sus DD. HH. Aquella maravillosa letanía feminista que dicta “mi cuerpo es mío, yo decido” no es únicamente para decidir sobre parir o no. Se trata de mi cuerpo como territorio político donde yo, y sólo yo, debo decidir, y nadie debería infantilizar las decisiones personales de una mujer sobre su cuerpo y sobre su vida. Y me paro al lado de todas las prostitutas colombianas y las invito a vivir sin miedo, a denunciar y a resistir. A no permitir que la moralina de una sociedad hipócrita les niegue el derecho a vivir como mujeres putamente libres. Putas y dignas. Soy pragmática en esto: puta o no puta, mis derechos no se disputan. Ningún trabajo dignifica a las personas. Las personas dignifican su trabajo.

* Ideóloga, Feminismo Artesanal

 

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