Un gobierno desesperado

Luis Carvajal Basto
27 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

(Maduro no es Venezuela)

Todo indica que estuvimos a punto de una guerra. La invasión, porque eso fue, de un destacamento militar venezolano excedió frecuentes incidentes que ocurren  en una extensa frontera. Si algo es cierto allí es el límite natural que ha representado históricamente el Rio Arauca. Por las dudas, al mando estaba un alto oficial, con suficiente discernimiento y conocimiento de sus hechos.

La reacción del gobierno y el ejército colombiano  fue la más adecuada ante esta nueva provocación, aunque nadie olvida la manera como el gobierno Maduro expulsó de sus casas, junto con sus trasteos de camas, colchones, perros y gallinas, a cientos de pobres colombianos antes de cerrar la frontera, acusándolos de paramilitares. Hemos pasado por alto una y otra vez sus deliberadas provocaciones. Y tendremos el respeto por las instituciones y la paciencia  para seguirlo haciendo. En Colombia entendemos que Maduro es un accidente y  cada vez representa menos al pueblo hermano.

Cada vez que ofende a Colombia, y no solo a sus autoridades, Maduro confronta la historia pero también la actualidad  de dos países que han construido en la región de frontera una economía integrada y una cultura común que comparten desde el Estado Anzoátegui en Venezuela hasta el Meta colombiano, pasando por Guárico, Cojedes, Portuguesa, Barinas, Apure, Arauca, Casanare y el Vichada. También en los Andes y la Costa, aun seca. Alguien propuso, con sobrado fundamento, alguna vez, que en la práctica se trataba de un Estado región con inmensas posibilidades de desarrollo a  promover por parte de los dos países.

La cifras de lo que ocurre en Venezuela no hacen sentido ni resisten análisis. Hace rato la situación desbordó cualquier forma de razonamiento. A las crisis económica e institucional ha devenido una de carácter humanitario que ya llevó al mismo Maduro a pedir ayuda de la ONU, cosa que, inexplicablemente, se había abstenido de hacer para ofrecer un paliativo a  enfermos que no encuentran medicinas. Lo de Venezuela no es un problema ideológico por más que se quiera adornar: es una mala gestión  con  ropaje  populista  que constantemente usa el pretexto del enemigo externo para distraer. Una pésima administración  que se notaba menos con el petróleo a 100 dólares.

Nuestro vecino y hermano, es ahora un país fracturado institucionalmente cuya Asamblea Nacional, su Congreso, marcha en contravía del gobierno, por lo que ha sido, junto con la población que representa, “arrollada”. Un análisis de tendencia dice que mientras la dividida oposición ha logrado crecer hasta lograr el control del parlamento, Maduro ha graduado de  enemigos hasta a…¡¡¡los panaderos!!!

Igual que la dictadura militar Argentina en su momento, un mal gobierno en trance de recibir por la historia su parte de caducidad, busca retardar su veredicto generando un conflicto o amenazando con él. Eso fue la invasión “inexplicable”. Antes de agotar la diplomacia en la OEA, nos propuso una guerra.

En efecto, luego de que 14 países, entre ellos Colombia, firmaran una declaración pidiendo el cumplimiento de los acuerdos entre gobierno y oposición y de que el Secretario General denunciara la violación de la Carta Democrática, un instrumento que propende por la institucionalidad de la región. Maduro quiso “conseguir” el voto de Colombia con una amenaza no tan velada como la invasión en Arauca. Una advertencia que parece más bien un acto de desesperación ante los inminentes 18 votos que ve venir y serían el comienzo del final de un gobierno intolerante atornillado al poder, para el que la alternación, natural en las democracias, significa su final.

Hizo bien nuestro país al no responder la provocación y al no darle el alcance que perseguía, pero ¿Cuándo y dónde saltará la liebre la próxima vez?

@herejesyluis

Mientras tanto, en Colombia, la Junta del Banco de la República sigue bajando las tasas de interés para tratar de enmendar  la asfixia que generaron en la economía sus aumentos anteriores. Pero no parece suficiente  para conseguir en este 2017 un crecimiento siquiera similar al 2% del año pasado.

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