Un humanista crítico

Santiago Montenegro
20 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Acaba de morir Tzvetan Todorov, crítico literario, filósofo e historiador, uno de los grandes pensadores europeos del último medio siglo. Nacido en Bulgaria, vivió en Francia desde los años 60, pero enseñó también en universidades de varios países, por lo que se consideró una persona de todas partes, un desplazado, que analizaba críticamente desde fuera las sociedades en las que vivía.

Su obra de los últimos años es una invitación a refundamentar la Ilustración como una forma de resolver nuestras dificultades actuales y en particular su vertiente humanista, como la autonomía individual, la finalidad humana de nuestros actos y la universalidad de los derechos inalienables de los seres humanos.

Lejos de entenderla como un pensamiento homogéneo que provee fórmulas precisas sobre la forma de actuar de los individuos y las sociedades, Todorov resalta, en El espíritu de la Ilustración, su naturaleza crítica y las enormes diferencias y contradicciones que formularon sus más grandes exponentes. Por ejemplo, la Ilustración entendió el conocimiento como una crítica a todo tipo de autoridad. Contra el antiguo dogma, los empiristas del siglo XVIII argumentaron que las teorías científicas deberían estar justificadas inductivamente por la observación y la experiencia sensorial y que las creencias que no estuviesen justificadas en esta forma deberían descartarse. Mientras los avances de las ciencias naturales tendían a confirmar este enfoque, David Hume, el gran exponente de la Ilustración escocesa, quebrantó la autoridad de los empiristas al plantear que los argumentos inductivos son inválidos. Por mas veces que veamos salir el sol por las mañanas, es posible que no vuelva a salir algún día en el futuro. Por ello, argumentó que las observaciones solo pueden proveer justificaciones sicológicas basadas en la costumbre y el hábito, pero nunca racionales y, así, concluyó que “la razón es y debe ser la esclava de las pasiones”.

Aceptando que el empirismo de Hume lleva al irracionalismo, el padre de la Ilustración alemana, Kant, revivió, entonces, el pensamiento de Descartes al plantear que debemos tener un pensamiento a priori, como la geometría de Euclides o la física de Newton. La naturaleza no impone sus leyes en nuestras mentes, sino, por el contrario, nuestras mentes las imponen sobre la naturaleza para entenderla, y esta imposición es racional y objetiva porque todas las mentes racionales imponen las mismas leyes, dijo.

Aunque Todorov no discute el largo camino que tomaría esta discusión en la filosofía del conocimiento, y que desembocaría en el siglo XX en lo que se conoce como el racionalismo crítico, sí resaltó la fuerza de la crítica y del escepticismo que lo hizo posible, gracias al espíritu de la Ilustración. Por eso, el pensamiento de Todorov ha sido denominado como un humanismo crítico, basado en la idea de que los seres humanos, además de la razón, están también gobernados por la voluntad, que se enfrenta a su incapacidad de conocer las razones de sus propios actos. ¿Qué hay más importante en la vida de un ser humano que conocer la elección del objeto de su amor?, se pregunta. Pero ni la voluntad ni la ciencia consiguen llegar hasta el fondo del secreto de dicha elección. Por eso, toda utopía está destinada al fracaso. Pero, aunque no logremos la perfección, la sociedad y los seres humanos sí somos perfectibles mediante el diálogo y la crítica razonada, que son el verdadero espíritu racional y humanista de la Ilustración.

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