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Un izquierdista con los pies en la tierra

Patricia Lara Salive
24 de julio de 2015 - 04:29 a. m.

—Lo que a ustedes les hace falta es tener una tienda—, les dije a mis compañeros del Polo en una de las reuniones diarias del comité ejecutivo durante la campaña del 2006, cuando fue candidato el maestro Carlos Gaviria.

Es que no podía pensarse otra cosa cuando uno oía a la mayoría de los dirigentes divagar en eternas discusiones filosóficas alejadas de la realidad, o cuando uno los veía llegar tarde a las reuniones (el peor era Petro, que aparecía fresco dos horas después de lo convenido y despertaba, así, la rabia del puntual maestro Gaviria). Por eso, tener una tienda que necesitaran abrir oportunamente para vigilar que los víveres llegaran y no se pudrieran, y se vendieran, y se distribuyeran, y se cobraran, de modo que no se les quebrara el negocio, podría servirles de entrenamiento.
 
Pues esa incapacidad de la izquierda para solucionar los problemas concretos de los bogotanos es justamente lo que se destaca de la lúcida entrevista que le dio a María Isabel Rueda Carlos Vicente De Roux, antiguo militante del Polo que fue clave en la investigación del carrusel de la contratación y quien, si no se le atraviesan de mala leche en el otorgamiento de su aval, sería el candidato del Partido Verde a la Alcaldía de esta capital vuelta chicuca.
 
Dice De Roux: “a la Alcaldía (…) no se puede llegar a hacer ideología, sino a atender las necesidades de toda la población. La culpa no es de la izquierda, es de esta izquierda que ha gobernado a Bogotá”.
 
Y antes había dicho que pertenece a “una izquierda moderada, responsable, que piensa por supuesto en construir justicia, equidad e inclusión social”, pero que sabe “que el alcalde de una ciudad no puede gobernar solamente para los más pobres”. Además reconoció que “la izquierda en Bogotá ha descuidado temas que son fundamentales para todos los bogotanos, ricos, pobres y de clase media, como la movilidad, la seguridad, el espacio público, el aseo, todo el tema de las basuras, y ha dejado que la contratación se degrade”.
 
Y de Petro, de quien se distanció hace meses, dijo que “enfocaba los problemas hacia los más pobres y vulnerables” y que hizo “avances en el tema social”. Pero comentó algo muy interesante que debe tenerse en cuenta en el estudio de los perfiles de todos los candidatos a alcaldes: “creo que en Petro lo determinante es que sus escenarios mentales no son los de un gobernante de ciudad que quiera ocuparse de las cosas concretas de los bogotanos. Sus escenarios son los de un gran dirigente que se considera mesiánico, y que quisiera asumir tareas de transformación histórica, a escala hemisférica. La ciudad le queda chiquita. (…) Petro lo que debería estar haciendo es garantizarles a los bogotanos que se recoja bien la basura, que Transmilenio no se hunda, que no los atraquen. Hay un contraste muy claro entre los imaginarios y escenarios mentales de Petro y las necesidades de la ciudad”.
 
Definitivamente, De Roux me hizo reflexionar: no hay que equivocarse, para que Bogotá sea vivible, y podamos movernos en ella, y recorrerla sin miedo, y respirar su aire, tenemos que elegir un alcalde con los pies sobre la tierra, a quien la ciudad no le quede pequeña: uno que sea capaz de tener una tienda...
 
***
Señor fiscal: hay algo que usted no puede permitir: que en noviembre, cuando se cumplen 20 años de su muerte, prescriba el crimen de Álvaro Gómez Hurtado sin que se haya descubierto quiénes ordenaron asesinarlo. ¡Esa sería su vergüenza!

 

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