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Un mundo raro

Juan David Correa Ulloa
25 de junio de 2010 - 03:53 a. m.

Un coleccionista de películas viejas, un hombre que leía con igual voracidad sobre el barroco mexicano que sobre las telenovelas del día.

Uno que se paraba en la entrada de los antros y observaba a los punks con algo de condescendencia o que amanecía, así fuera abstemio, arrullado por las canciones de José Alfredo Jiménez, quien le cantaba en las noches de los sesenta canciones a Chavela Vargas, a Irma Serrano o a Alicia Juárez. 

Todo eso y mucho más está en los libros de Carlos Monsiváis, un ensayista brillante, un cronista poderoso, un escritor heterodoxo, cuyas opiniones ya hacen parte del canon latinoamericano. Quien quiera entender este continente, asomarse a sus ciudades, a la entraña de quienes somos, no debería dejar de leer una obra sólida y particular.

Monsiváis nació en México en 1938 e hizo parte de una generación que no pasó por alto las alusiones y los recuerdos de su propia identidad. Por eso jamás echó de lado los boleros de su infancia, las cantinas de ese México que se modernizó sin modernizarse, para que nada cambiara; se preocupó por entender que América Latina debía mirarse desde fenómenos como el del cine de Mario Moreno, Cantinflas, que así como decía una cosa decía otra, o de los poemas fundacionales de Amado Nervo.

Todas esas alusiones hicieron parte de un brillante discurso que le escuché en la Feria del Libro de Guadalajara, en donde recibió el Premio FIL, o antiguo Juan Rulfo, de la mano de su amigo y gran poeta, José Emilio Pacheco. De esas palabras se hizo un libro (Las alusiones perdidas) que recomiendo quizá como puerta de entrada a una obra que tiene, a mi modo de ver, sus momentos más sobresalientes en Aires de familia, una serie de ensayos sobre la cultura y la identidad latinoamericanas, que ganó el Premio Anagrama de Ensayo; Entrada libre, crónicas de una sociedad que se organiza, que incluye varias escenas de cómo en medio de la catástrofe del terremoto que asoló al DF el 19 y 20 de septiembre de 1985, la propia gente dio muestras de organización por su cuenta, sin esperar a un Estado ineficiente; y Escenas de pudor y liviandad, un libro delicioso en el que se mezclan con naturalidad María Félix y Juan Gabriel, los yupis y las vedettes de telenovela.

Ha muerto Carlos Monsiváis, y se ha llevado con él una mente capaz de conectar cientos de referencias para que sus lectores descubriéramos el subtexto de lo que somos. Por eso quizá hoy estará entonando “y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira, les diré que llegué de un mundo raro, que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado”.

Los libros de Carlos Monsiváis pueden conseguirse en la Librería del Fondo de Cultura Económica (Calle 11 con carrera 5ª).

ojoalahoj@yahoo.com

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