Un nuevo enfoque

Santiago Montenegro
18 de septiembre de 2017 - 03:05 a. m.

Colombia necesita con urgencia una nueva generación de dirigentes privados y públicos que entienda que el crecimiento de la economía debe estar jalonado fundamentalmente por el crecimiento de la productividad, en la que, de acuerdo a dos tipos de mediciones, nos rajamos de manera estrepitosa.

Según cifras del DNP, la productividad total de factores, que mide el crecimiento de la economía por encima de la expansión del capital y del trabajo, fue negativa en el período 2000-2014, al decrecer a una tasa promedio de -0,2 %. En 2016, la caída fue de -1,1 %. Según otra medición de la OCDE, hace medio siglo hacían falta tres trabajadores colombianos para producir lo que producía un trabajador de los Estados Unidos. Hoy en día, óigase bien, hacen falta no tres, sino casi cinco trabajadores nuestros para producir lo que produce un norteamericano. Vamos para atrás y lo primero que hay que hacer es reconocerlo y no contentarnos diciendo que todo es culpa del Gobierno o que así está toda América Latina. Tampoco podemos permitir que el populismo oriente la agenda económica, proponiendo el regreso al mercantilismo y al rentismo o al cierre de la economía. Si uno de nuestros principales problemas es el estancamiento de la productividad, lo que necesitamos es más competencia, mayor dinamismo, más crecimiento, más apertura, más incentivos al logro, menos dirigismo y combatir la informalidad.

Como lo he señalado muchas veces en esta columna, un 65 % del empleo laboral en Colombia es informal, alcanzando un 87 % en las zonas rurales. De los 22 millones de ocupados, casi 11 ganan menos de un salario mínimo, lo que quiere decir que, precisamente por ser informales, no pueden tener por ejemplo acceso a servicios financieros formales, como a un crédito hipotecario, y, si necesitan plata, tienen que endeudarse a tasas que fácilmente alcanzan el 100 % anual. Pero la informalidad es también de las empresas, de las construcciones urbanas y de los predios rurales, muchos de los cuales no cuentan con catastro y títulos.

Algunas de las medidas específicas que necesitamos son las siguientes. Primero, mejorar la calidad de la educación en todos los niveles y promover la innovación. Segundo, luchar contra la informalidad con la eliminación del cuatro por mil y los billetes de alta denominación que, además de incentivar la evasión, son un caldo de cultivo para la corrupción y la delincuencia. Tercero, introducir una reforma tributaria que reduzca las altísimas tarifas a las empresas y amplíe las bases, además de fortalecer la DIAN con un nuevo gobierno corporativo y con modernos sistemas de información. Cuarto, incrementar la inversión en CTI, que sigue en un vergonzoso 0,2 % del PIB, y reconocer el fracaso de la política de regalías orientadas a este rubro. Quinto, incentivar la inmigración de profesionales altamente capacitados, retener en el país a nuestros mejores cerebros y atraer a muchos colombianos altamente calificados que se han ido al exterior.

Pero, sobre todo, el sector privado tiene que pellizcarse y mirar con visión de país y de largo plazo y apropiarse de la agenda de la productividad. Las empresas y las organizaciones empresariales deben tener como objetivo central promover la innovación, la contratación de excelentes profesionales, la introducción de las más modernas tecnologías y procesos, la digitalización y el fortalecimiento de los gobiernos corporativos. Sí, el incremento de la productividad pasa también por un mea culpa del sector privado.

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