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Un país sin guerrilla

Mauricio García Villegas
01 de junio de 2012 - 11:00 p. m.

La imaginación juega un papel importante en la construcción de la realidad social. Por eso vale la pena hacerse preguntas como esta: ¿Cómo sería Colombia sin las Farc?

Lo primero que hay que decir es que sin la guerrilla, el país se ahorraría una cantidad de actos terroristas, desde el secuestro, hasta las minas antipersona, pasando por las bombas urbanas y los asesinatos selectivos. También se acabaría la guerra legítima que el Estado libra contra las Farc, con sus exorbitantes costos humanos y económicos. Se terminaría igualmente buena parte de la guerra ilegal que rodea el conflicto y que comprende no solo las acciones de los paramilitares y las bacrim, sino también los desmanes que comete la Fuerza Pública en su afán por ganar la guerra (falsos positivos, violaciones al DIH, etc.). Así, pues, no se acabaría todo el conflicto armado, pero sí buena parte de él.

Pero estas son sólo las consecuencias materiales del fin de las Farc. Hay otras menos visibles pero igualmente importantes.

La primera de ellas es que la izquierda democrática saldría fortalecida. Sin las Farc, cesarían dos males que han devastado a los partidos de izquierda durante décadas: por un lado, la complacencia (cada vez más escasa, es verdad) de algunos de sus militantes con el movimiento guerrillero y con la combinación de los medios legales e ilegales de lucha, y por el otro, la estigmatización social que padecen muchos militantes de izquierda por el uso político exagerado y abusivo que la derecha hace de esa complacencia. No se acabaría la estigmatización de la izquierda (esta sociedad seguirá siendo igual de goda), pero sí buena parte de ella.

A la izquierda le iría mucho mejor sin la guerrilla (como de hecho ocurre en el resto de América Latina), lo cual sería muy saludable para la democracia colombiana. El gran error político de una parte de la izquierda democrática en Colombia es no haberse dado cuenta de ello (que le va mejor sin las Farc) y haber creído que el terrorismo guerrillero es menos grave que el terrorismo paramilitar e incluso menos grave que la indignidad de la derecha colombiana. Esa creencia, a mi juicio, es errada: la izquierda democrática tiene tantos motivos para enemistarse con las Farc y con quienes desde la izquierda radical la apoyan, como motivos tiene para enemistarse con los paras y con quienes los apoyan desde la extrema derecha.

En segundo lugar, sin las Farc, esa extrema derecha perdería buena parte del oxígeno belicoso que le da aliento y tendría así un motivo para civilizarse y para ser más reflexiva, legal y democrática. En lugar de una “mano negra” difusa y diabólica, tendríamos un partido de derecha, claramente identificado y responsable política y penalmente. Eso también sería muy saludable para la democracia colombiana.

En síntesis, la extrema derecha necesita de las Farc tanto como ésta necesita de aquella. Ambas son enemigos que se fortalecen en la medida en que se atacan; casi se podría decir que cada una de ellas le debe su energía, y su vida, a la otra.

Por último, la guerra contra las Farc, ahora ataviada con la pelea Uribe-Santos, se ha vuelto un reality muy rentable para los medios de comunicación. Sin las Farc, esos medios se dedicarían a cubrir problemas nacionales aún más graves que el conflicto armado. Menciono sólo uno de ellos: la captura de las instituciones municipales (en por lo menos la mitad del territorio nacional) por la mafia y sus múltiples aliados, legales e ilegales. El problema de Colombia es menos de guerra que de falta de instituciones.

Creo que fue William Blake quien dijo “lo que ahora es un hecho, fue antes una imaginación”. Por eso, y por todo lo anterior, vale la pena soñar en un país sin guerrilla.

 

 

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