Un peligro llamado populismo

Columna del lector
10 de julio de 2017 - 04:35 a. m.

Por Santiago Noreña Duque

Se avecina una campaña presidencial cargada de banderas ondeadas contra la corrupción. El país está harto y quiere una transformación política urgente.

El desespero por llegar a la Casa de Nariño es inminente, y aunque es permitido hacer propaganda política tres meses antes de las elecciones, hay quienes ya iniciaron indirectamente la contienda electoral. La baraja de candidatos cada día aumenta, pues estos entienden la distorsionada situación política que vive Colombia, generando vulnerabilidad entre los votantes. Pero ojo: la coyuntura puede jugar malas pasadas y una de ellas es caer hipnotizado por el flagelo del populismo.

Varios países viven bajo esta tendencia y sufren consecuencias; algunos han logrado derrotarla. Nuestro país no está eximido del populismo: aquí hay innumerables condiciones que justifican esa orientación. La corrupción, la injusticia, la incertidumbre económica y los diferentes contextos empiezan a polarizar.

Dividir para vencer es la afinidad que se remarca hoy en Colombia. La indignación y el inconformismo están enmarcados en el discurso que hoy, poco a poco, golpea a las instituciones y las democracias.

Las encuestas reflejan el temor de los colombianos por vivir una situación similar a la de Venezuela. El autor de este pronóstico exagerado es un férreo crítico de modelos externos, aunque en el exterior despotrique una y otra vez del modelo de su propio país. Esa es una clara señal que se debe tener en cuenta, además de sus dramáticos y controversiales indicios que lanza a diario a través de la herramienta preferida del populismo: Twitter. Allí no tiene filtro e intimida, miente y descalifica cualquier lineamiento que no coincida con el suyo. Amedrenta y distrae con sus discursos para distraer de sus propios problemas y escándalos.

Todos estos hechos generan miedo y odio, claro propósito del populismo. La mejor estrategia para combatirlo es a través de la información; entender que una figura autoritaria no es siempre la mejor opción, pues ese modelo sólo la hace sentirse como salvadora del pueblo. Promueve, además, manifestaciones como solución a todo, que incluso contradicen sus perfiles.

Colombia constantemente imita a otros países. Ante esa medida se pueden implementar las decisiones tomadas en Holanda y Francia para anular el populismo. La crisis mundial genera incertidumbre y angustia, pero debe ser clave la mesura para que la política no sea vea irrumpida.

La exasperación hoy tiene a naciones como Hungría, EE. UU. y Filipinas ante la tendencia del retroceso, y se justifica por la impaciencia e impotencia ciudadana, pero hoy pagan consecuencias como el aislacionismo y el señalamiento mediático. Estados que antes eran modelos a seguir, hoy son la clara imagen de la que se intenta huir.

Hay quienes aseguran que el populismo es positivo frente a la posibilidad de generar unión, aunque hoy represente frustración. Y por más que se vocifere con indignación para posibilitar las alianzas denominadas “Podemos”, es claro que, como diría el filósofo y escritor francés Bernard-Henri Lévy, “la última palabra de los populistas sería: sálvese quien pueda”.

@santinodu

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