Una buena, una mala

Iván Mejía Álvarez
16 de mayo de 2016 - 05:00 a. m.

Felicitaciones para la junta directiva del Cali, incluido Álvaro Martínez, su cuestionado presidente, por la idea de vestir sus jugadores con una camiseta que tenía una frase contundente: “Queremos hinchas, no delincuentes”.
 
Desde acá, el apoyo total para esa campaña, que ojalá siguieran todos los equipos del país. Bienvenidos los que sufren, gritan, lloran, se alegran, cantan gol, todos los que aman a sus equipos del alma, y afuera, tolerancia cero, radical y absoluta con todos aquellos vestidos con camiseta del color que sea que creen que tienen derecho a comportarse como delincuentes, asaltando, matoneando y atropellando a los que tienen camisetas diferentes. Y afuera, tolerancia cero con los dirigentes que son cómplices de todo el vandalismo, a los que dan boletas, financian viajes en buses, ayudan en sus negocitos de droga y reventas a estos delincuentes. Ya los tenemos identificados, ya los vamos conociendo; posan de sabios y poseedores de la verdad para tapar sus miserables y canallas acciones. Y a los que les caiga el guante, que se lo chanten.
 
Segundo, no es válido, por ningún motivo, que Millonarios haya jugado en el estadio El Campín su partido contra La Equidad, por más que ahora se quiera disfrazar el tema. Así como el año pasado se criticó que Nacional jugara de visitante en el Atanasio contra Envigado, este caso de los azules no tiene presentación, por más que Jorge Perdomo, presidente de la Dimayor, quiera presentarlo de otra manera.
 
“Equidad jugó en El Campín por solicitud expresa de la Alcaldía y del mismo Equidad”, escribe el titular de la Dimayor a este periodista.
 
Pues no, que no, que no se puede permitir que los equipos chicos ferien y vendan sus localías a favor de los grandes, pues ello es un vulgar atentado al fair play y una evidente ventaja para unos pocos equipos. Ayer lo hizo Nacional, hoy lo hace Millos, mañana pueden ser Santa Fe y Medellín, Cali y América. No es correcto, es antideportivo, carece de presentación y las normas deben ser para todos o se corre el peligro de que el torneo se convierta en una feria de compraventa de localías.
 
Perdomo viene de un equipo chico, sin posibilidades económicas, y entenderá que le presta un flaco servicio al juego limpio autorizando estos pequeños pero desagradables cambios de las reglas de juego. Su obligación es respetar el reglamento de competencia para todos, grandes y chicos, sin mostrar favoritismo o temor hacia algunos.

 

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