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Una campaña

Marianne Ponsford
20 de octubre de 2012 - 11:00 p. m.

Debo la fortuna de que usted, amable lector, esté leyendo esta columna al hecho de que dos columnistas dominicales de este diario se vieran obligados a dejar las suyas por aceptado entrar a formar parte del Gobierno del país.

Este hecho pone en evidencia la muy puerta giratoria que existe entre dos poderes que deberían estar enfrentados. Son muchas las reflexiones que esto suscita. Quizás a la que quiero referirme no sea la más acuciante, pero es la que me interesa: son tantos los vasos comunicantes entre el poder político y el del periodismo que a ellos se debe la desmesurada atención que se le presta a la minucia del ajedrez del poder, en detrimento de los temas de sociedad.

En medio de la avalancha de artículos sobre el proceso de paz (en el que todavía no ha pasado nada), el que para mí es el más importante artículo de periodismo escrito (y el mejor reporteado y el mejor escrito) que se publicó esta semana no tuvo el eco que merecía. Sólo Rudolf Hommes lo retomó en su columna. Me refiero al artículo del periodista Armando Neira, publicado en la revista Semana el domingo pasado bajo un título escalofriante: “Un país que mata a sus niños”.

A pesar de la sobriedad, o precisamente gracias a ella, el artículo es desgarrador, e invito a quien no lo haya leído a hacerlo. Pero más allá del dolor que causa su lectura, es necesario entender que el asesinato que allí se relata no es un caso aislado y que la mayoría de violaciones, torturas y asesinatos de niños en Colombia no tienen espacio debido en la agenda noticiosa. Causa más revuelo el tono beligerante de Iván Márquez (¿y qué esperaban, me pregunto yo, que saliera a cantar?) que el cuerpo de Andrea Marcela García desmembrado y quemado por su asesino.

Diego Molano, director del ICBF, da las cifras de homicidios de menores de edad del año pasado en Colombia: 1.056. ¿No es hora de que los medios nos entreguemos a una campaña a favor del derecho a la vida de la niñez? Los problemas de Colombia son infinitos, y la tortura y el abuso sexual a los que son sometidos tantos niños parece uno más en una larga lista de desgracias. Además, en un país patriarcal, los asuntos que conciernen a la infancia parecen caer en la categoría de temas femeninos, teñidos de emocionalidad.

Pero si los medios (con radio y televisión a la cabeza) se decidieran a abanderar una campaña, es posible que algo cambie. Si Julio Sánchez Cristo, Néstor Morales, Yolanda Ruiz, Roberto Pombo, Fidel Cano, Cecilia Orozco, Alejandro Santos y la nutrida lista de quienes deciden la agenda mediática decidieran unirse, algo cambiaría. No es fácil hacer campañas para la gente pobre, que es en su mayoría la que por ignorancia (e infancias igualmente aterradoras) protagoniza los horrores que reposan en las historias clínicas de miles de niños en los hospitales del país. El cinismo sonríe y los llamamientos bienpensantes no son de buen recibo. Pero evitar la llegada a las salas de urgencia de bebés de un año descaderadas y con la vagina sangrante y desgarrada, y las costillas rotas (algo más frecuente de lo que creemos) amerita poner entre paréntesis el escepticismo. Señor Molano: no basta con dar las cifras. Encargue usted la campaña y convenza a los directores de los medios de que le cedan los espacios necesarios.

 

* Marianne Ponsford

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