Una campaña decepcionante

En mi ingenuidad, pensaba que las campañas electorales para Congreso y Presidencia de la República estarían a la altura de los desafíos que le esperan al país en los próximos años.

En lo que llevo de vida nunca había conocido algo más desangelado, desmotivador y decepcionante que lo que estamos viviendo en política. El escepticismo, que no el cinismo, se apoderó del ánimo de los colombianos respecto a la política en general y a los políticos en especial. Políticos que prácticamente sin excepción, se han alejado y desconectado del sentir y de las expectativas de la gente, independientemente de su condición social. A ese desconecte, el ciudadano les contesta con “el látigo de la indiferencia”.

Ese irresponsable vacío político se llena con el chisme del día, con las acusaciones personales que se cruzan el expresidente Uribe a través de ese buen hombre que es su candidato, y el Presidente – candidato. Ni un asomo de discusión de tesis y propuestas, solo intercambios de pullas e insultos con el único propósito de descalificar la persona del otro. Para el ciudadano – elector no son más que gastados e irrelevantes ejercicios de pirotecnia verbal, útiles para alimentar la vanidad de uno y otro detractor. Desaparecieron los debates que le permitían al elector conocer y confrontar las posiciones y propuestas de los candidatos, para definir su voto y su compromiso. No es gratuito que el voto en blanco esté compitiendo, y duro, con los candidatos por los votos.

Marta Lucía Ramírez y Clara López son mujeres con preparación y experiencia de sobra para liderar al país en estos momentos decisivos, pero su mensaje no solo no llega al elector sino que no lo han podido confrontar con las vaguedades de Zuluaga y las declaraciones de un Presidente que insiste en presentarse como el único dueño de las llaves de la paz. Peñalosa añora otra ola verde que no le llegará, pero cuyo recuerdo en la memoria de muchos ciudadanos, lo mantiene vivo en la campaña.

Los tres tendrían espacio y recepción entre los electores: Clara López desde una izquierda que no se cohesiona; Ramírez y Peñalosa, cada uno por su lado, apuntándole a un centro donde está ubicada la opinión, pero que tampoco se cohesiona. Ni ella ni él han logrado la contundencia requerida para que pase el mensaje, la propuesta que los identifique. Solo así sería posible que el ciudadano hoy desanimado, “se enganche” y vuelva a creer.

Peñalosa cuenta con la simpatía de una clase media joven y urbana que quiere vivir en un país decente y moderno, pero no logra darle a esa aspiración una repuesta concreta que huela y sepa a Colombia; le falta lo que le sobra a Zuluaga – Uribe, enraice con la Colombia provinciana. Marta Lucía carga con el fardo de una maquinaria conservadora que, con contadas excepciones, quiere seguir vegetando a la sombra del poder, en esta circunstancia encarnado en Juan Manuel Santos. Necesita abrirse al voto conservador y de opinión para lo cual debe, de urgencia, fijar posiciones claras y concretas sobre la paz, las víctimas y el llamado postconflicto para que el ciudadano sepa claramente en que se diferencia y en que se identifica con Santos y Zuluaga. Debe hacerlo sin ambages.

Necesita explicar por qué Camilo Gómez, negociador del Caguán, es su compañero de fórmula. Solo la claridad la puede proyectar ante una opinión indecisa y altamente desconfiada. Algo semejante puede decirse sobre su posición frente a la corrupción, ¿en concreto, que haría y cómo lo haría? ¿Piensa combatir el desempleo con “políticas de apoyo al emprendimiento”? ¿Eso en concreto qué significa para la gente que necesita trabajar?.

El tiempo se agota y la campaña no logra que los posibles electores rompan su desánimo y desconfianza. Colombia avanzará en los próximos años hacia unos desafíos internos y externos de todos los órdenes -sociales, ambientales y económicos –, en momentos en que tenemos en mínimos la gobernabilidad requerida para enfrentarlos. Ojalá esté equivocado.