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Una cata literaria

Juliana Muñoz Toro
12 de junio de 2015 - 02:23 a. m.

Hay libros para leer, escuchar, amar. Hay libros para probar, como El hombre que no fue jueves (Random House), de Juan Esteban Constaín.

De la comida se derivan la política, la ley y el arte en Italia, el escenario en el que este escritor nos habla a través de un personaje, que bien podría ser él mismo, para desentrañar el misterioso proceso de canonizar al escritor G.K. Chesterton, autor de El hombre que fue jueves.En la novela de Constaín encontramos a un papa que come salchicha de ternera con chucrut y que toma cerveza, o que admite el uso de la tabla ouija para confirmar un milagro colectivo de un pueblo que fue santificado en la época de las Cruzadas. Aquí ni la gula ni la superstición son pecado, pues “nada que se haga con la ayuda de Dios es pecado”.

Recordamos el valor de comer en casa: “La razón profunda por la que la cultura italiana es un matriarcado incorregible está allí, en el hecho de que son las mamás, le mamme, quienes cocinan y así le dan sentido al mundo, sólo así”. Por eso, asegura el escritor, los hombres italianos no buscan esposa sino una mamá que les haga la pasta como en casa.

Es posible llevar la literatura al plato. De hecho, este libro fue el invitado en la última versión del Club Gastronomía y Literatura de la librería Casa Tomada, en la que el chef Leandro Carvajal preparó, entre otros, el bacalao al estilo veneciano como lo anota Constaín: “con ajo, pimienta, aceite de oliva y nuez del Brasil”, luego de desalarlo por dos días.

Parte de la importancia de las referencias gastronómicas en este libro es que, junto con el humor y la ironía, les dan un giro a temas que podrían ser densos, como la historia y la Iglesia. Hablar de comida nunca es aburrido. Todos los relatos de esta novela, ganadora de la primera versión del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2015, podrían no estar: la cena frugal de la italiana Cinzia, el escape de Casanova con un crucifijo, el cómo Paul McCartney le dio vida a Percy Thrillington a partir de rumores o el baile de Chesterton con Mussolini (“nada revela mejor la condición humana que el ridículo”). Pero sin ellos quizá el lector no encontraría su propio camino. Al identificarnos con una historia, adoptamos un libro entero. El mismo Constaín habla de la importancia de catar libros: “Reconocer así casi todo de ellos: su tiempo, sus materiales, su historia (…) el pegante y la naturaleza del papel, el cuero, el tiempo; la madera y el licor (…) Hojas de muy buen espesor con algunas sombras, la humedad”.

 

 

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