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Una Narrativa Invernal

Alberto Carrasquilla
24 de abril de 2014 - 04:00 a. m.

Enorme y merecido revuelo ha causado el libro del Profesor T. Piketty titulado El Capital en el Siglo XXI. Digo “enorme” por el número de menciones mediáticas y reseñas bibliográficas de notables economistas en publicaciones prominentes. Y digo “merecida” porque --a diferencia de muchos libros-bomba que enfatizan esta o aquella querella con las injusticias inherentes a la dinámica capitalista contemporánea--  se trata de un trabajo de indiscutible calado, que utiliza cifras arduamente trabajadas por muchos años y que brinda al lector interpretaciones novedosas y polémicas que lo obligan a pensar. Empiezo recomendando de corazón el esfuerzo que acabo de hacer de masear, literalmente, las 600 y tantas enjundiosas páginas, en ocasiones estupendas.

Palabras mas, palabras menos, la historia que trae el libro en lo atinente a la desigualdad de riqueza  --la desigualdad de ingresos laborales, que también analiza, es otro tema-- tiene tres actos. Primero, la relación entre el valor de todos los activos de la sociedad y su flujo de ingreso anual (A/I, digamos) exhibe un patrón histórico en el cual el número es bastante alto desde los albores del capitalismo hasta comienzos del siglo XX, baja de manera importante a lo largo de los siguientes 40 años e inicia una tendencia ascendente, que persiste hoy día (Capítulo 1). Segundo, este patrón responde a una relación entre la tasa de ahorro que la sociedad escoge y la tasa de crecimiento que obtiene (Capítulo 5). Si ahorramos mucho y crecemos poco, la relación A/I se eleva y lo contrario ocurre si ahorramos poco y crecemos mucho. Tercero, la participación relativa de los ingresos del  capital y del trabajo en el ingreso total del país, lo que a veces se llama la distribución funcional, depende de la relación A/I  ya mencionada y de la tasa de retorno al capital (Capítulo 6). Esto es, volviendo al ejemplo anterior, para cualquier tasa de retorno al capital que razonablemente supongamos, si ahorramos poco y crecemos mucho, la remuneración al capital cae, como fracción del ingreso total, y la remuneración al trabajo sube.

Con la historia anterior, uno puede armar casi cualquier narrativa, puesto que se trata de identidades contables. Piketty opta, entre las múltiples alternativas abiertas, por un escenario invernal en el cual el crecimiento económico será más bajo en los próximos 100 años respecto de lo que hemos observado en los últimos 100. Como el crecimiento económico va a bajar, y no hay razones fuertes para suponer que la tasa de ahorro caiga paralelamente, su conclusión es que el capital se llevará una porción creciente del ponqué nacional, que ello ocurrirá a costa del trabajo y que esta brecha creciente será un problema social también creciente al que conviene atajar clavando impuestos a la riqueza (Capítulo 14). En la historia invernal que narra Piketty, a menos que clavemos impuestos veraniegos al capital, nuestro destino es migrar hacia una sociedad cada día más dividida entre rentistas, que no tienen que esforzarse mucho, y trabajadores que, no obstante estar pedaleando cada vez mas duro, pierden irremediablemente participación.

Piketty brinda argumentos razonables respaldando el escenario que escoge, entre otras cosas, extrapolando lo observado en las últimas décadas. El punto de fondo es que es perfectamente razonable, también, plantear escenarios alternativos. Primero, lo cierto es que a lo largo de la historia del capitalismo no han faltado --ni faltan hoy-- voces muy inteligentes que, observando ritmos notables de expansión económica, predicen caídas inevitables en la tasa de crecimiento de largo plazo que están a la vuelta de la esquina. El punto de fondo es que, hasta ahora, estas voces razonables van perdiendo por goleada y que ello es algo que vale la pena tener en cuenta . Es razonable, en esa medida, suponer que la tasa de crecimiento reciente puede resultar sostenible en el largo plazo. Segundo, es razonable, también, pensar que si el stock de capital se eleva, se hace abundante, la tasa de retorno al capital caiga y con ella los incentivos al ahorro. Tercero, es razonable también pensar que una parte importante, quizás hasta crecientemente importante, del alto retorno relativo al capital tenga que ver con el riesgo que sus dueños toman y que, si descomponemos entre el retorno al riesgo y el retorno a la riqueza proveniente del pasado, un impuesto progresivo a la riqueza termine siendo un castigo que incide sobre la propensión al riesgo, que a todos nos gusta, mucho mas que sobre la holgazanería del rico, que a todos nos fastidia.

@CarrasqAl

 

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