Una nueva oportunidad

Luis Carlos Vélez
22 de mayo de 2017 - 02:00 a. m.

Hay rompecabezas de mil piezas, complejos y que no dan muchas señales de cómo ser llenados más allá de una fotografía pequeña sin muchos detalles. Armarlos es toda una labor de paciencia y muchas veces de fe, porque la única manera de avanzar es suponer que uno lo está haciendo bien. Sin embargo, muchas veces pasa que cuando se está llegando al final, solo cuando las piezas se están acabando, aparece la confirmación de que algo anda mal y se debe empezar a desandar los pasos e incluso evaluar si es mejor volver a empezar.

Algo parecido acaba de ocurrir con el proceso de paz en Colombia. Aunque los voceros del Gobierno, como el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y el exnegociador Sergio Jaramillo traten de matizar el tema, la realidad es que la Corte Constitucional le dio un violento golpe a la implementación de lo pactado. La Corte, al fallar ante la demanda de Iván Duque del Centro Democrático, despojó del chaleco blindando que le había puesto el Gobierno al proceso de paz para lograr su aprobación en el Congreso y lo dejó expuesto a cambios y francotiradores.

Pero no me malinterprete, la determinación del alto tribunal no necesariamente es negativa. Haber fallado disidente al Ejecutivo es una señal clara de la independencia de los poderes, algo que nos diferencia de las dictaduras como Venezuela. Más allá de lo conveniente para el acuerdo que hubiera sido el aval al fast track trazado por el gobierno, los ajustes que supone su determinación son garantía de que al final de cuentas, la paz con las Farc cumpla con todos los requisitos de ley.

Al mirar el cuadro completo, el pecado original está en el compromiso que se hizo en las negociaciones de buscar una refrendación de lo acordado. Si el Gobierno y las Farc hubieran acogido la tesis de que el mando constitucional al presidente de buscar la paz era suficiente para avalar las conversaciones, no hubiera sido necesario el plebiscito, y mucho menos el Frankenstein que se inventó para intentar pasar el acuerdo virgen por el Congreso tras su rechazo en las urnas.

Las Farc deben reconocer que este golpe de la Corte también es su culpa. Su soberbia y falta de visión política los tenía convencidos de que el país iba a salir corriendo a votar a favor de las negociaciones y así quedaría en evidencia su fuerza política, algo de lo que evidentemente carecen.

El rompecabezas está de nuevo desarmado y se necesita trabajo intensivo para poder ponerlo nuevamente en pie, pero de nuevo esto necesitará más señales de compromiso real de las Farc con su proceso. Por ejemplo, será muy duro que los congresistas, ahora que pueden modificar los acuerdos, se coman el gazapo de la riqueza de la guerrilla y seguramente exigirán que la saquen de sus supuestas cuentas panameñas abiertas con la ayuda del circulo del poder local para que realmente cumplan con la reparación de sus víctimas. O por ejemplo que no se pueda avanzar sin la verdadera entrega de armas, o la aparición de los niños y la desmantelación de sus redes de apoyo y grupos milicianos.

El país quiere la paz, y esta determinación de la Corte da una oportunidad para que se logre bien, sin los conejos que la misma guerrilla busca ponerle a su propia negociación.

 

 

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