Una película, dos canciones y tres poemas

Fernando Araújo Vélez
06 de noviembre de 2016 - 01:40 a. m.

Ella dice que camina por la vida y que ha aprendido a ir más allá del amor y del odio, y uno se queda pensando en las definiciones, en esos diccionarios repletos de palabras petrificadas, y más que petrificadas, muertas.

Ella dice que rompe, y rompe, y uno se imagina las letras de las palabras amor y odio quebrándose, desmoronándose, y empieza a concluir que las palabras son una atadura, que las definiciones son ataduras inventadas por humanos, a veces para conservar el estado de todo, a veces para explicarnos, para comprendernos, pero siempre de acuerdo con sus definiciones. Ella dice que va más allá del amor y del odio, sí, y uno concluye que hay infinitas sensaciones que no están en los diccionarios, y que luego de los diccionarios aparecen los códigos: el bien, el mal, lo permitido y lo prohibido. 

Ella dice que en el fondo, todos vivimos con una profunda sed de venganza contra el mundo, y uno acaba por comprender que es cierto, y que la venganza es un arte, y que en ella hay que ser sutiles y profundos para que sea eterna, y recuerda El conde de Montecristo y se vuelve a sumergir en cada uno de los personajes de Relatos salvajes. Ella dice que la mejor venganza es escribir, y que en un texto ella es Dios, y que allí, y sólo allí, puede hacer que la realidad se transforme en lo que quiere, y uno sueña también con escribir y transformarla, y conseguir los amores que fueron imposibles, y alargar las penas de aquellos que escupen y atropellan, humillan e imponen, matan y torturan, desaparecen y acribillan mientras se escudan detrás de nobles ideales. Uno sueña con ser inteligente, creativo y valiente, sobre todo valiente, para inventar una treta que los obligue a ponerse de rodillas y a suplicar, aunque sus súplicas sean falsas también.

Ella dice que los pequeños detalles suelen salirse de las definiciones, y uno se pierde y se encuentra en esos pequeños detalles, y empieza a entender que los pequeños detalles son nuestros verdaderos tesoros, y es con ellos y por ellos que vamos por la vida: Un libro, una película, dos canciones, tres poemas, alguna pintura, nuestros recuerdos, lo que vivimos, lo que nos marcó. Somos consecuencia de miles de pequeños detalles. Los grandes sucesos que llegan después son una simple extensión de aquellos primeros detalles. Muy a pesar de las academias, los títulos, los estudios minuciosos y las profundas investigaciones, nuestras decisiones empiezan a surgir de pequeñas razones, antes de que los inclementes bombardeos de moral y conocimiento nos envenenen.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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