Una reforma para fortalecer la democracia

Elisabeth Ungar Bleier
26 de abril de 2017 - 10:00 p. m.

El mandato que recibió la Misión Electoral Especial (MEE) era preciso y limitado: proponer recomendaciones “para asegurar una mayor autonomía e independencia de la organización electoral; modernizar y hacer más transparente el sistema electoral; dar mayores garantías para la participación política en igualdad de condiciones y mejorar la calidad de la democracia”. Ni más ni menos. Por esta razón no podía abarcar todos los temas deseables ni dejar por fuera otros. En consideración a lo anterior, el trabajo de la Misión se concentró en tres ejes centrales: la arquitectura de la institucionalidad electoral, el sistema electoral y la financiación de la política.

Cinco objetivos contiene la propuesta: “la constitución o el fortalecimiento de organismos electorales sólidos, con legitimidad social y política, (…) capaces de llevar adelante procesos con estándares exigentes y que aumenten la confianza ciudadana en las elecciones; el mejoramiento de la calidad de la representación política, con un énfasis en las oportunidades para jóvenes, grupos étnicos y mujeres (…); impulsar un sistema partidario fuerte, menos personalista y clientelista, abierto a nuevas expresiones políticas y con organizaciones cohesionadas, democráticas, institucionalizadas y transparentes; promover un sistema de financiamiento de la política que aumente la proporción de la contribución del Estado, reduzca los costos de la actividad partidaria regular y de campañas, ofrezca mayor transparencia sobre el origen y el destino de los fondos privados y sujeto a controles más efectivos. Finalmente, incentivar la participación y revertir los graves índices de abstención, los peores de América Latina”.

Es apenas natural que propuestas de reformas al sistema político y electoral generen reacciones. Al fin y al cabo éstas inciden en la forma de acceder al poder político y de ejercerlo y en los derechos y deberes políticos, en esencia los de elegir y ser elegido.

Las recomendaciones de la MEE no podían ser la excepción. Estas han suscitado muchos comentarios, algunos a favor y otros en contra; algunos sustentados y otros construidos a partir de información errada o incompleta; algunos orientados a enriquecer el debate y otros a defender posiciones y privilegios personales.

Lo innegable es que la opinión pública ha venido reclamando que los partidos y las instituciones electorales se reformen y se fortalezcan para garantizar su independencia, su eficacia y su efectividad y así recuperar su legitimidad y credibilidad. Igualmente, en las reuniones que la MEE sostuvo con la gran mayoría de las organizaciones políticas y con organizaciones sociales, sus integrantes coincidieron en que el sistema de partidos y la organización electoral tienen graves falencias y por ende no garantizan la transparencia, la equidad y la protección de los derechos políticos de todos los ciudadanos. Esto, sumado a lo que ha venido sucediendo en varios países en el mundo, donde el desprestigio de la política y de los políticos les ha abierto las puertas a opciones extremistas o populistas, hacen pensar que no se debe perder esta oportunidad para comenzar a hacer las transformaciones que se requieren. El Congreso tiene la palabra.

*Miembro de la MEE.

 

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