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Una Sílaba discreta

Juan David Correa Ulloa
27 de junio de 2013 - 11:00 p. m.

En estos meses he estado pendiente de conocer de primera mano la labor de las decenas de editoriales independientes que pululan en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, y me he encontrado con el muy cuidado catálogo de Sílaba Editores que, desde una discreción a toda prueba, ha ido recuperando autores que para muchos —los editores comerciales— eran agua pasada por el río.

Me entusiasmó ver publicado a Julio Olaciregui, a Ricardo Cano Gaviria, a Consuelo Triviño Anzola, a Fernando Cruz Kronfly y a Darío Ruiz Gómez, todos nombres que fueron claves en los setenta y ochenta para consolidar una mirada de lo que fuimos después de Macondo. También me gustó la idea de darle un lugar en el periodismo investigativo a Alberto Donadio y comprobé con felicidad que también estaba el muy buen escritor que es Pablo Montoya, y la poeta Lucía Estrada.

Sílaba es una editorial fundada en Medellín por Lucía Donadío, con un grupo de asesores que ha estado siempre pendiente de hacer buenos libros como Elkin Restrepo, José Zuleta, Darío Ruiz, Juan José Hoyos y Esther Fleischaher, entre otros. Su editora se llama Alejandra Toro. Dicen en su web que quieren hacer libros cuidados, y lo logran. Se han dado a la tarea de hacer un equilibrio entre lo literario y la no ficción, logrando puntos sobresalientes como el libro de Patricia Nieto, Los escogidos, que es un tremendo recorrido por las historias de los cadáveres aparecidos en el río Magdalena, y una reivindicación de la vida en el desastre.

En medio de un fenómeno editorial que es sano y habla bien de Colombia, hay algo que Sílaba está haciendo y que, a mi juicio, es relevante y celebrable: la idea de hacer un catálogo cultural que recupere nombres de nuestra literatura, y lo mezcle con nuevos escritores, va a ir configurando un espejo en el que nos podremos mirar en unos años. Yo no imagino la vida sin la enorme labor de recuperación de Juan Gustavo Cobo Borda con su colección de la Biblioteca Básica Colombiana editada por Colcultura; o sin las novelas de Tercer Mundo; de Carlos Valencia Editores; de Arango o de la Oveja Negra cuando aún no era descarriada. La historia literaria de un país se va definiendo por la capacidad de los editores de acopiar en sus catálogos la memoria de quienes fuimos, y de quienes estamos siendo para que después podamos entender algo. Eso está haciendo Sílaba.

 

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