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Uribe

Augusto Trujillo Muñoz
17 de octubre de 2014 - 04:11 a. m.

Procede como si cada acto de tu vida debiera erigirse en norma de conducta universal.

Con esa frase Juan Lozano y Lozano cierra su prólogo al libro sobre el general Rafael Uribe Uribe, del cual es autor el académico Eduardo Santa. Para Lozano, el general era un héroe “de los que solo nacen una vez por país o una vez por centuria”.

Por su parte, un artículo publicado ayer en El Nuevo Siglo, distingue dos Uribes: uno de la guerra y otro de la paz. Yo creo que fue uno solo. Uribe luchó con las armas porque lo consideró inevitable, pero privilegiaba la paz como el mayor activo social. Además de ser un hombre de leyes era dueño de un profundo realismo político. Así lo prueban su conducta como dirigente y tres de sus principales documentos públicos.

El primero fue su “Manifiesto de paz” en el cual pone de presente el arrojo y la entereza de las tropas liberales “pero hemos llegado a un punto en que se impone la cesación de la lucha. El gobierno es impotente para debelar la revolución, pero la revolución es impotente para derribar al gobierno”. Esa declaración no la formula un belicista. Es producto de una mente seria que, además, cree en la política.

El segundo es su célebre conferencia del Teatro Municipal, en octubre de 1904. Como lo recuerda Santa Uribe ha llegado a la madurez de su pensamiento: Considera que los partidos políticos se están rezagando frente a los desarrollos doctrinarios de su tiempo y por lo tanto es preciso incorporarlos a la nueva era que vive el mundo. Es cuando propone al liberalismo que liquide los odios y, previo un propósito de enmienda, abreve en el socialismo democrático.

El tercero es su conferencia en la Academia Colombia de Historia, pronunciada en 1910, con motivo del centenario de la independencia. Rescata en ella la importancia del municipio como célula social y política. En los tiempos de pleno auge del estado-nación sostiene sin ninguna reserva: Si se tratara de escribir la historia de la civilización, bastaría escribir la historia del municipio. De las viejas autonomías locales surgió la idea del derecho.

Esta semana, por cierto, en la Academia Colombiana de Jurisprudencia se cumplió una sesión especial, con motivo del centenario del asesinato del general. Uribe fue presidente de esa Corporación y, como tal, un verdadero defensor del derecho. Los académicos Cesáreo Rocha y Fernando Sarmiento tuvieron a su cargo sendas ponencias para rescatar la memoria su memoria: la de un hombre que vivió y murió en medio de tempestades pero cuya mente visualizó tesis e instituciones para la paz y la convivencia.

Como pocos, Uribe se comprometió con la paz de Colombia y apoyó a todo aquel que compartiera ese propósito, comenzando por sus adversarios. En la actividad pública abundan las ingratitudes y las paradojas Quizá por eso en el sepelio del general Uribe sólo hubo dos oradores: Un hombre mayor, equilibrado y sobrio, miembro del partido conservador; y un jovencito desconocido y altivo, miembro del partido liberal. Fueron ellos Marco Fidel Suárez y Jorge Eliecer Gaitán.

*Ex senador, profesor universitario, @inefable

 

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