Uribe y su mundo de venganzas

Cecilia Orozco Tascón
19 de julio de 2017 - 06:45 p. m.

“Nací en Medellín, soy hincha del Nacional, pero no sabía que eso que llaman «antioqueñidad» se sintiera amenazada por una columna de humor”. Félix de Bedout, periodista y columnista de exitosa y —por si las moscas— limpia trayectoria, publicó este trino que resume lo que los antioqueños enterados, intelectuales, académicos, universitarios e, incluso, del alto mundo empresarial piensan sobre el más reciente escándalo de Uribe Vélez quien, pobre, no encuentra sosiego en ningún momento de su existencia, siempre rumiando rencores. ¡Qué triste! Los paisas son divertidos, informales, cuentan chistes mañana y tarde, inventan historias y toman del pelo a quien dé papaya. Pero por arte de algún maleficio, a Uribe Vélez, quien nació con el don del artificio y la astucia, la vida le negó el de la risa y, con este, el de la inteligencia que distingue las líneas finas que separan lo bueno de lo malo; lo correcto de lo incorrecto; lo permitido de lo prohibido; sus derechos de los míos; la gracia de la calumnia. Por no conocer fronteras y por su incapacidad de interpretar los colores que hay entre los dos extremos rotundos, del blanco al negro, se atreve a calificar de “violador de niños” a quien aludió, con sentido de humor, a dos nombres que, claro que unidos, se prestan para una sonrisa inocente: Paloma y Amapola.

No se necesita ser Platón para comprender la distancia sideral entre una mención inocua, en una columna, de las personas que así se llaman, y un depredador sexual. Pero ese es un detalle sin importancia en el cerebro cerrado de quien venía cultivando su venganza contra el humorista. No por defender a Paloma y Amapola, quienes fueron solo una disculpa: las usó como instrumento de sus propósitos inconfesables. Los comentarios corrosivos, pero no criminales, de Daniel Samper Ospina cuando caricaturiza a Uribe superaron, hace rato, el nivel de tolerancia del criticado, que suele ser bien estrecho. Y encima, Samper monta una presentación en vivo que agota sillas todos los días, en que destroza la realidad política colombiana —Uribe en ella, por supuesto—. Su auditorio estalla en carcajadas cada noche. Alguien del sombrío entorno uribista tuvo que darse cuenta del demoledor efecto que produce la obra de Samper en los espectadores, los votantes de 2018.

La ridiculización de las figuras del poder es insoportable para los autoritarios porque los baja de su pedestal de ídolos y exhibe sus debilidades. La víbora que se toca, se gira y envenena con su ponzoña al atrevido que esté cerca de ella. Eso quiso hacer Uribe con Samper Ospina y no hay que darle interpretaciones elaboradas, señores analistas. Déjense de finuras, dejen de imaginar que el señor de los rebaños es el pensador de Rodin de nuestra nación. No puede hacer sus veces porque está ocupado librando sus batallas de odios. Si se tratara de táctica electoral, y perdonen que repita, no daría papaya. Por ejemplo, no recibiría en su partido a un condenado por “acceso carnal violento” de una menor de 13 años ni se tomaría una foto con él, al tiempo que acusa a su crítico de “violador” por mencionar el nombre de una niña, vaya desproporción (ver foto, ver sentencias 1 y 2, y escuchar audio).

No habría, jamás, permitido que agentes de seguridad de su gobierno enviaran coronas fúnebres a una menor de seis años para amedrentar a su padre, otro columnista que lo investigaba (ver). Bajo su férreo mandato, en que no se movía una hoja sin su aceptación, nunca sus jefes de Inteligencia hubieran podido mandarle muñecas untadas de esmalte rojo en sus partes genitales, destrozadas por quemaduras de cigarrillo, a la pequeña hija de una profesional del Colectivo de Abogados o a otros perseguidos políticos de su época (ver testimonios 1 y 2). Las confesiones y condenas de los exfuncionarios del DAS de los gobiernos Uribe entre 2002 y 2010 muestran que las anteriores afirmaciones no son falacias, ni inventos, ni equivocaciones, ni injurias, ni calumnias. Son verdades judiciales que concuerdan con lo que haría una mente atrapada en su mundo de rencores. ¡Qué triste!

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar