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¿Cómo va a curar nuestra locura, presidente?

Patricia Lara Salive
17 de septiembre de 2015 - 11:32 p. m.

¿Cuál es el plan para enfrentar el principal problema del posconflicto que consiste, ni más ni menos, en curar la salud mental de los colombianos afectados por la guerra, los cuales superan los ocho millones?

Es que según un informe sobre “Las heridas mentales del desplazamiento”, escrito por Natalia Gómez, más de seis millones “han guardado sufrimientos o lidiado con abandonos y desarraigos por ocho, diez o 15 años, tras haber sido desplazados por guerrilleros, paramilitares y por los enfrentamientos con la Fuerza Pública”.

Pero por lo menos dos millones más son dolientes cercanos de los muertos y desaparecidos durante estos 50 años de guerra. Es decir que, cerca de ocho millones de colombianos deberían ser tratados sicológicamente por secuelas del conflicto armado.

Y si este panorama se complementa con el nuevo dato de que el 10% de la población —casi cinco millones de personas—, y de ella 12,2% de los menores de 17 años, sufre ansiedad, o depresión, o trastorno bipolar, o sicosis, o esquizofrenia, es decir, que muchos se acercan a la locura peligrosa, no puede menos que concluirse que curar la siquis de Colombia debe ser la prioridad de Santos.

Porque son desequilibrados mentales no solo los que secuestran, matan y torturan, sino también los que roban y atracan; y lo son los desharrapados que, ansiosos de droga, se acercan a la ventana semiabierta de tu carro, como me ocurrió antes de ayer, para decirte agresivamente: “deme ese billete”; y después de que, con miedo, le das esos cinco mil pesos, agregan amenazantes: “saque uno más grande, gonorrea, si no le rompo el vidrio y salgo corriendo”.

El problema es tan inmenso, presidente, que vuelvo a preguntarle: ¿qué está haciendo para curar las enfermedades mentales de los colombianos, que se harán más notorias cuando se desmovilicen los últimos hombres en armas, como ahora están siendo más notorias por la explosión de inseguridad en las ciudades, agravada por la mal planeada desmovilización de paramilitares que, durante el gobierno de Uribe, carecieron de tratamiento adecuado y, por eso, muchos se transformaron en Bacrim, etc? Como lo dijimos hace un mes, la exmilitante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Deysi Cheyene, en entrevista a este diario, señaló lo que quedó mal hecho en el proceso de paz de El Salvador; y entre los errores, está no haberse ocupado de “una política de salud mental, justicia y memoria”.

Una oportunidad para empezar a hacerlo, y por lo alto, sería que el presidente y sus colaboradores en el tema —si los hay— aprovecharan la visita a Colombia del doctor Valmik D. Volkan, chipriota de origen turco, profesor emérito de siquiatría de la escuela de medicina de la Universidad de Virginia, experto en psicología social de la guerra, psicoanálisis grupal y superación de conflictos armados, asesor de instituciones internacionales y postulado al Premio Nobel de Paz en varias ocasiones. Él dictará el 30 de octubre, en la Universidad del Bosque, un seminario titulado “Diálogo entre enemigos: cómo abordar los conflictos y memorias de dolor que deja la guerra”, y el 31, en la Clínica Montserrat, bajo los auspicios de la Asociación Psicoanalítica Colombiana, hablará sobre depresión y duelo y sobre casos de difícil curación, como el narcisismo.

Presidente Santos, no lo dude: gran parte de los problemas del país radican en nuestra siquis enferma de tanta violencia y arbitrariedad. ¡Y claro, hay que frenar la violencia! Pero además hay que curar nuestra locura porque, de lo contrario, la violencia se repetirá. Y se eternizará…

 

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