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Van 41 reformas a la Constitución, y vienen más

Columnista invitado EE
08 de julio de 2016 - 01:50 a. m.

Por: Néstor Osuna Patiño*

Celebré una a una las 25 velitas del cumpleaños de la Constitución a la que le deseo muchos años más de vida, porque pese a todo lo que se ha dicho en su contra y a las voces que anuncian que ya prácticamente está en estado agónico por los acuerdos de paz, yo estoy convencido de que es una norma fuerte, que quedó bien hecha y que goza de buena salud. Esa Constitución delineó unas instituciones que han sido capaces de dar respuesta a los enormes desafíos y sobresaltos de este cuarto de siglo, dinamizó la vida política que el frentenacionalismo había petrificado, abrió debates que antes eran inimaginables, salió airosa de un embate caudillista fortísimo, nos ha hecho sentir ciudadanos libres e incluso sembró las semillas de la igualdad y de la participación, que ahí, poco a poco, van germinando.

Pero claro, dirán que la Constitución ha sido reformada ya en 41 ocasiones, que otros intentos de reforma han naufragado en el trámite parlamentario por apenas un par de votos o los ha tumbado la Corte Constitucional, y que eso demuestra que se trata de un código incompleto y deficiente. Parece ser que no hay colombiano que, ya sea bajo la ducha o desde el mismísimo Palacio de Nariño, no haya lanzado su propuesta de reforma constitucional. Una de ellas, la de la reelección presidencial, fue un auténtico zarpazo, frente al cual, por fortuna, luego hemos podido dar paso atrás.

En honor a la verdad, tengo que decir que la mayor parte de esas 41 enmiendas no han supuesto variaciones importantes a lo que rige desde 1991: varias de ellas han ido y vuelto sobre el régimen fiscal de los municipios y departamentos, el número y remplazo de congresistas, diputados y concejales, el fuero penal militar y la creación de distritos o su cambio de nombre. Es cierto que no se han creado nuevos derechos desde 1991, pero tampoco ha habido retrocesos graves en esa materia. Un acto legislativo del año 2002, que permitía la interceptación de comunicaciones privadas, fue declarado inconstitucional por la Corte, porque no había sido aprobado por el número mínimo de representantes que la propia Constitución exige. ¡Menos mal!

Ha habido, sin embargo, algunas reformas importantes que sí merecen ser destacadas: la introducción del sistema acusatorio en la justicia penal, la autorización para ratificar el Tratado que creó la Corte Penal Internacional, la reforma del sistema electoral y de los partidos políticos del año 2003 y, sobre todo, las dos relacionadas directamente con la terminación del conflicto armado interno: el llamado “marco jurídico para la paz” del año 2012 y la muy reciente sobre la implementación rápida de los acuerdos de La Habana.

Ambas tienen vocación de ser transitorias, aunque todo indica que van a durar unos cuantos años, a fortalecer nuestra democracia y a inaugurar un capítulo nuevo de la historia política de Colombia: el de la reconciliación entre enemigos, pero con reparación para las víctimas y responsabilidad por los crímenes más graves. Ese modelo de perdón con justicia es un paso muy importante para nuestro constitucionalismo, que ciertamente entronca con una tradición humanista que viene desde 1863, pero que, si lo dejan funcionar, incorporará todos los estándares internacionales sobre derechos humanos para tiempos de guerra y nos ubicará como una sociedad de vanguardia en construcción de paz, en armonía con la tendencia universal volcada hacia la protección de los derechos de las víctimas.  

Vendrán con seguridad más reformas a la Constitución, porque nuestra sociedad es compleja y dinámica, porque vivimos en tiempos vertiginosos en los que todo puede cambiar muy rápido, y también porque como siempre, no faltarán políticos que saquen pecho y votos por haber impulsado reformas insulsas para no cambiar nada. También en la Constitución hay campo para ellos.

Hace unos días las Farc dijeron que aceptarán la sentencia de la Corte sobre el modo de refrendación de los acuerdos de paz. Por esa vía reconocieron la vigencia de la Constitución. Motivo más de celebración. También es bueno que no asumamos la Constitución como un texto religioso o una especie de fetiche irreformable, sino como un acuerdo racional entre actores políticos con voluntades e intereses muchas veces dispares, que ciertamente no es para cambiarlo todos los días, pero que por supuesto se puede ir mejorando para cumplir progresivamente las promesas que nos hicimos los colombianos en 1991: respetarnos, no matarnos ni matonearnos, vivir en libertad, trabajar para salir adelante, ser solidarios y proteger el medio ambiente.

*Profesor de derecho constitucional
Twitter: @osunanestor

 

 

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