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Para ser el año que “lo cambió todo”, el 2020 está terminando de manera muy similar a los años pasados: peleas rancias por el aumento del salario mínimo, políticos utilizando los miedos de las personas para lanzar sus campañas del 2022, anuncios de reformas tributarias poco creativas, líderes tomando decisiones apresuradas en medio del aumento de los casos de coronavirus y un sistema de salud lleno de personas valientes que piden a gritos más apoyo institucional.
Colombia mostró su resiliencia en medio de la pandemia y eso debe celebrarse. No fue un año fácil. Pero en los peores momentos es cuando la humanidad tiene el reto de mostrar su mejor cara, por lo que nos quedamos con una pregunta que, esperamos, sea motivación para el 2021: ¿dónde quedó nuestra ambición?
Hablar en colectivo de un país siempre incluye una parte de ficción. Por supuesto, Colombia no puede tener ambición porque se trata del cúmulo de personas que vivimos y tomamos decisiones dentro de este territorio. Los Estados, en últimas, son construcciones sociales. Y aún así, en el último editorial del año, no podemos dejar de preguntarnos por el zeitgeist: ¿cuál es el ánimo y el espíritu de esta época tan particular en la historia de nuestro país?
La respuesta es desalentadora. Cerramos el 2020 con cerca de 43.000 personas muertas por culpa del COVID-19. Se trata de historias que se terminaron antes de tiempo, que causaron mucho dolor y no pueden pasar desapercibidas. Nuestro país está en duelo y lo seguirá en los próximos meses. Solo en la última semana se reportaron varios casos de personal médico que murió a causa del coronavirus. Quienes han estado en la primera línea de defensa han pagado un costo muy alto por su valentía. ¿Les hemos respondido como es debido? Dejamos la pregunta en el aire, porque la respuesta todavía se está construyendo.
Sabíamos que los colombianos son resilientes. Les ha tocado serlo. La violencia irracional que ha perdurado por décadas y décadas nos ha confrontado con la tragedia. El 2020 no fue distinto. Además de la pandemia, continuaron nuestros demonios habituales. El asesinato de líderes sociales siguió siendo noticia. Los excombatientes de las Farc también fueron víctimas, pese a haber confiado en que el Estado los protegería. Los carteles del narcotráfico y las disidencias de las Farc siguieron aterrorizando a ciertas poblaciones. Hasta vimos casos de colombianos asesinados y violentados por miembros de la Policía Nacional. ¿Hasta cuándo?
Este fue un año en el que resistimos. Encontramos fuerzas en lugares inesperados. Logramos recalibrar las prioridades y ver que la solidaridad y la empatía son los valores que garantizarán que Colombia pueda tener futuro. También fue el año de los trapos rojos, de personas exigiendo respuestas nuevas a un Estado estancado en sus métodos de siempre, de un mundo que cambia y nos exige modificar la manera en que construimos los espacios de educación, de participación política, de construcción de nación.
Por eso, nos ha quedado faltando la ambición. ¿Dónde están las nuevas grandes ideas? ¿Dónde están las propuestas de reconfiguración de las instituciones? ¿Dónde está la reestructuración del rol del Estado? ¿Dónde está la generosidad? ¿Cómo va a ser la Colombia pospandemia? ¿Cambió todo para que todo siguiera igual? La resiliencia necesita estar acompañada de inspiración; la valentía de los ciudadanos tiene que verse representada en un sacudón de todos los espacios colectivos. ¿Será el 2021 diferente?
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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