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Verde viento, verdes ramas

Cartas de los lectores
16 de septiembre de 2012 - 11:00 p. m.

Nuestros políticos no podrán quejarse. Les ha sido legado, para su ejercicio, un pueblo inmemorioso.

Esta semana el presidente Santos, convertido por azar del destino en un audaz político, nos sorprendió con una batería de noticias. Diálogos de paz aparte, la más importante de ellas el nombramiento de Lucho Garzón y Alejandro Gaviria como nuevos ministros. Al primero, antiguo sindicalista de izquierda, le fue otorgada la dirección de un ministerio inexistente, carente de toda utilidad práctica y tan pintoresco como él mismo. Al segundo, acorde con su espíritu de tecnócrata comprometido, un Ministerio del cual contamos con muchos elementos para suponer que tampoco existe en realidad (el de Salud).

La noticia no tendría ninguna importancia si no fuera porque ambos participaron hace dos años y medio en un impresionante movimiento político, llamado la Ola Verde, que gracias a un crecimiento sorpresivo se constituyó en el principal adversario político del mismo presidente que hoy los nombra. Que un militante político abandone un partido opositor o cambie de opiniones para asumir un cargo de gobierno no es un hecho nuevo y nuestra democracia es prolija en darnos ejemplos de ello. Lo que sí sorprende es que estamos hablando de dos personas que ocuparon altos cargos directivos en esa campaña electoral. Uno como jefe de campaña de Antanas Mockus y el otro como su asesor económico.

Entre mis amigos se cuentan por montones los que hace casi tres años abrazaron con pasión la causa verde. Un movimiento que privilegiaría el diálogo antes que la confrontación y que defendería la vida antes que la muerte. Hoy esta historia es apenas una pálida nota de pie de página que, como el poema de García Lorca, se ha evaporado en un verde viento, reducido a unas verdes ramas.

Hoy, cuando el presidente Santos se apresta a comenzar diálogos de paz con el principal grupo guerrillero del país, ingresan a su gabinete dos curtidos políticos que dos años y medio atrás eran sus principales contradictores. Ellos tendrán el buen gusto de reconocer que están en el mejor de los mundos políticos posibles: sus electores, tanto como ellos, han olvidado su oscuro pasado de promiscuidad política. Les han sido asignados dos ministerios que no existen y que, sin embargo, les permitirá acceder a los suficientes medios de comunicación como para no perder su vigencia pública. En un par de años podrán crear un nuevo movimiento político, que a su vez será apoyado por unos electores que quizá para entonces ya hayan perdonado u olvidado su muy ambiguo pasado. Quién quita, pase lo que pase, quizás uno sea “ministro para la tertulia empresarial” y el otro alcalde de Macondo.

 

Carlos Benavides. Ámsterdam.

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