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Viajes, reelección y Falcao

Antieditorial
03 de febrero de 2014 - 12:11 p. m.

El pasado 25 de enero los colombianos vimos al presidente Juan Manuel Santos visitando en Portugal a Radamel Falcao García. Unas horas antes, en Colombia, había entrado en vigencia una menoscabada Ley de Garantías que significaba el pitazo inicial de su campaña reeleccionista.

Santos remató su periplo por Europa, del que cosechó muchas supuestas buenas noticias, con lo que, a guisa de quien escribe, fue su primer acto de campaña. Visitar a Falcao en medio de la cobertura que la prensa mundial estaba dándole a la lesión del futbolista fue, antes que un acto de solidaridad y patriotismo, una cursilería únicamente realizable por un candidato presidente. Y no tenía más objetivo que granjearse unos cuantos puntos positivos en su remozada imagen.

Pero la visita a Falcao no fue el único, sino el último acto de campaña del presidente. Todas las declaraciones ofrecidas antes, durante y después del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza) parecían promesas de campaña: las futuras oficinas de Facebook y SABMiller en Colombia, la petición de eliminar la visa a nuestros nacionales por parte de Inglaterra. Y como siempre, el proceso de paz con las Farc. Definitivamente, un viaje más.

Así las cosas, el mismo Santos nos hace creer que a él sólo lo salva, ante Colombia y el mundo, la paz que, al igual que su reelección, está más segura que el día de mañana. Las negociaciones en La Habana se han convertido en la única carta de presentación aceptable del presidente Santos y también en su principal arma para lograr la reelección. Para nadie es un secreto.

Pero es por ese mismo deseo generalizado de paz en los colombianos que medios como este pretenden ahora mostrar como ‘necesaria’ la inversión extranjera para el posconflicto, tal como lo hizo en su editorial del 27 de enero pasado. Desde la perspectiva de quien escribe esto es desconocer que la misma inversión extranjera ha significado históricamente un punto de divergencia entre las Farc y los gobiernos de turno. El posconflicto en Colombia de lo último que necesita es de inversión extranjera. Los capitales extranjeros nos han demostrado en los últimos años el poco interés en la realidad política, económica y ambiental de nuestro país.

La reparación de los seis millones de víctimas que deja medio siglo de guerra se hace primero con reconciliación nacional, segundo con el reconocimiento como víctimas por parte del Estado y, tercero con acompañamiento estatal en aquellas regiones donde las Farc han actuado como dioses. De allí a que la plata de afuera sea necesaria, hay un trecho enorme. Además, un gobierno mermeladoso como el de Juan Manuel Santos bien puede utilizar un poco de lo que se gasta para su reelección en la reparación material de las víctimas.

Por otro lado, el editorial en cuestión también hizo eco de las declaraciones del presidente sobre la legalización de la marihuana. Es verdad: Santos aprovechó nuevamente estos escenarios internacionales para exponer su punto de vista sobre el tema. Pero sólo eso. Nada concreto. No hay voluntad por parte del presidente de tomar una decisión clara, autónoma y soberana que abra de una vez por todas las puertas a la legalización para acabar con los problemas que trae este negocio ilícito. Está más que claro que Santos no es Pepe Mujica.

En resumen, el último viaje del presidente Juan Manuel Santos a Europa terminó con buenas noticias… pero sólo para él y su reelección.

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