Publicidad

V(idas) de arqu(eros)

Columnista invitado EE
31 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

El autor de La peste, El extranjero y El mito de Sísifo vivió en sus propias entrañas la soledad que produce guardar el arco de una selección nacional de fútbol.

Sus palabras son verosímiles porque padeció las tormentas psicológicas de un arquero. Lo paradójico es que la palabra que dice de su posición en la cancha termina con las cuatro letras que hablan del amor y, más paradójico aún, es la posición en la cancha con más sinónimos: cancerb(eros), arqu(eros), port(eros), gol(eros), guardavallas, cuidapalos, y la lista es interminable, como interminable es la sensación de vacío cuando llegan los goles del contrario. No hay eros para los arqu(eros), hay odios, insultos y mofas porque es el lenguaje que los nombra. El número 1 nunca es el número 1.

“Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Albert Camus

Son extraños, habitan la soledad en la multitud, no pueden cantar los goles con sus compañeros y viven el drama de la derrota en mudez franciscana. Mario Benedetti escribió El césped, un cuento que hace una radiografía de esa sensación trágica de que el mejor amigo le haga un gol de penalti y, para colmo, ordeñado (gafiado). ¿Final del cuento? Un arquero más que se suicida. Esa sensación la han vivido varios arqueros en la historia del fútbol y no siempre por la misma causa. Moacir Barbosa no se suicidó después del Maracanazo pero pagó la “condena” en el ostracismo. Los que sí determinaron acabar con su propia vida ermitaña fueron los arqueros Dale Robert, Martín Cabrera, Robert Enke, Alberto Vivalda, Lester Morgan, Luis Ibarra y Mariano Gutiérrez. ¿Por qué se suicidan algunos arqueros? Tomaron la decisión porque “vieron” aquello que no hemos visto los demás. Optaron, como la Karenina de Tolstói, por dejar su huella eterna en la mitad de una vía férrea; otros, más decididos, imitaron a Hemingway. Hay tanto cansancio de vida que encontraron en su última voladora el silencio que buscaban entre las redes de la zona fría y solitaria del arco. No hay sosiego para un arquero, así como no lo tuvieron autores como Andrés Caicedo, Alejandra Pizarnik, Horacio Quiroga (escribió un cuento sobre un jugador que se suicida, Juan Polti, half-back), Virginia Woolf, José Asunción Silva y otros tantos que, sin ser arqueros, no encontraron pretextos para asirse del balón. Escritores y arqueros tuvieron el epíteto de “locos”: Gatti, Higuita, Burgos, Iván Rodas, Ramón Quiroga, Deleuze, Violeta Parra y Yukio Mishima. Algo de locura tiene que haber en la decisión de escribir o de volar o, mejor, algo del spleen que narró tan dolorosamente Baudelaire.

 

* Decires
Dicen que el fútbol es la recuperación semanal de la infancia. ¿Se acuerdan de Raúl Ramón Navarro Paviato, Lorenzo Carrabs y Amadeo Carrizo? Nombres para recuperar la infancia. Dicen.

 

* Juan Carlos Rodas Montoya
rayuela138@hotmail.com

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar