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Vieja encrucijada

Pascual Gaviria
29 de mayo de 2012 - 11:00 p. m.

Hace 10 años Medellín lo intentó con las operaciones Mariscal y Orión.

Una estrategia equivocada para muchos e inevitable para otros. Se trataba de meter al ejército y la policía entre los callejones de la Comuna 13 para sacar a las milicias y los paras que se peleaban la hegemonía en los barrios del Occidente. Los excesos dejaron civiles muertos, condenas contra la nación y al comandante de policía destituido por no tomar las medidas necesarias para proteger a los habitantes de la comuna. También es justo decir que durante unos años se debilitó el control ilegal y hubo relativa tranquilidad. Pero muy pronto todo volvió a la anormalidad. Los paras fueron asumiendo el control de la zona y dejaron un macabro testimonio: cientos de muertos escondidos bajo un cementerio improvisado conocido como La Escombrera. Hoy la Comuna 13 sigue teniendo el mayor índice de homicidios en Medellín y los combos conservan su poder, aunque un poco más disperso.

Brasil lo ha intentado también desde 2008. Han sido repetidas las ocupaciones de grandes favelas por parte del ejército para bloquear el control mafioso sobre millones de habitantes. Los últimos despliegues militares en Río de Janeiro fueron en octubre pasado sobre las favelas Complexo do Alemao y Vila Cruzeiro. Se espera que en un mes los militares salgan de los barrios “pacificados” para comenzar una nueva cacería en favelas del norte de la ciudad donde se han refugiado los capos y se han abierto nuevos “negocios”.

Tal vez no haya un acertijo más difícil para nuestras ciudades que la lucha contra un poder mafioso que se ha construido por años y combina la intimidación y los lazos familiares y sociales; la exclusión y el aprovechamiento de las rentas públicas por parte de los victimarios; la corrupción policial y los irresistibles incentivos de los pillos para los jóvenes más temerarios. Río de Janeiro invertirá en los próximos años 150 millones de dólares para mejorar las condiciones de vida de al menos 100.000 personas en 30 barrios de la ciudad. La plata viene de un programa patrocinado por el Banco Interamericano de Desarrollo. Será difícil decir que Medellín no invirtió buena parte de su presupuesto público de los últimos ocho años en las comunas e intentó una presencia más reconocida por bibliotecas, colegios, canchas y jardines infantiles.

Y sin embargo, parece que la ciudad está marcada por nuevos sitios. Los combates que llevan 2 semanas en las comunas 8 y 9 demostrarían que ya no estamos en presencia de combos, sino de organizaciones mafiosas que quieren manejar una “gran plaza”. Los Urabeños o Gaitanistas están empeñados en tomarse los “negocios” en la ciudad. Ya son dueños de las rutas en la periferia, pero quieren el centro. Fernando Quijano, uno de los miembros de Corpades y gran conocedor de las mafias en Medellín, lo dice con claridad: “En las comunas 8 y 9 hay más de 700 hombres en armas entre Gaitanistas, Oficina de Envigado, los BJ y demás combos menores”. Una presencia que podría superar a la que sufría la Comuna 13 en sus peores tiempos. Según fuentes del mismo municipio, al menos el 50% de las juntas de acción comunal tienen relaciones con los armados. En 4 años se repartirán 500.000 millones de pesos de presupuesto participativo en buena parte dirigido por esas juntas.

El alcalde de Medellín no ha dicho una palabra. Deja todo el peso a su comandante de policía, porque el nuevo secretario de seguridad está hablando de cámaras mientras la acción está en otra parte. Los que sí responden son los pillos. El lunes en la noche fue asesinado un guardaespaldas del director de Corpades, una de las pocas organizaciones que se atreven a entregarles un nombre y un apellido a los criminales en Medellín.

 

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