Visitando Gaza

Víctor de Currea-Lugo
18 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Recuerdo mi primera vez en Gaza, en septiembre de 2003: un cohete israelí destruyó un carro palestino, cerca de donde estaba, dejando cuatro civiles muertos y 25 heridos.

En mi última visita, poco antes de la Operación Plomo Fundido (2008-2009), visité hospitales que no tenían medicamentos básicos. Durante mis viajes fui viendo crecer los controles militares, al tiempo que disminuían las posibilidades para los palestinos de salir de allí, de mejorar su economía o de recibir atención médica.

La economía palestina depende del ocupante: no tienen moneda propia ni puertos por dónde sacar sus productos o importar alimentos. En Gaza, en 2005, había 3.900 negocios que daban trabajo a 35.000 personas; ya en 2007 había sólo 780 negocios con 4.200 empleados. El desempleo pasó de 17% en 1999 a 36% en 2006. Según la OIT, el desempleo supera hoy el 60%. La pobreza pasó de 30% en 2000 a 80% en 2006.

Las acciones militares contra Gaza son una constante. Las operaciones Lluvia de Verano y Nubes de Otoño, en 2006, y Plomo Fundido, en 2008, afectaron propiedades y personas civiles, escuelas, mezquitas, hospitales, acueductos y el servicio de electricidad. La actual operación Pilar Defensivo repite el mismo libreto.

En 2008, una escuela de Gaza, con banderas de la ONU y llena de civiles que huían de los bombardeos, fue atacada usando fósforo blanco. La ONU demostró que no había ningún combatiente palestino dentro de la escuela.

Como dice el periodista israelí Gideon Levy: “Israel cerró las puertas de Gaza y arrojó la llave al mar”. Dov Weisglass, asesor de varios primeros ministros, dijo en medio de risas con relación a la crisis de Gaza de 2007: “La idea es ponerlos a hacer dieta, pero no que mueran de hambre”.

Sólo en marzo de 2008, 50 niños candidatos a cirugía no recibieron permiso para salir, con el argumento de que sus madres tenían menos de 55 años y, por tanto, representaban un peligro para la seguridad israelí. Y hasta junio de 2008 había un registro de 200 pacientes que murieron por el rechazo israelí de concederles permiso para salir. Hoy llegan noticias de que a la falta crónica de medicamentos se suma la falta de combustible para garantizar el funcionamiento del hospital, y que los recursos disponibles no permiten atender el creciente número de heridos por los bombardeos.

Israel insiste en que no negocia con terroristas. Olvida que Menahem Begin y Yitzhak Shamir —dos primeros ministros de Israel— fueron en el pasado terroristas reconocidos, y cuando gracias a unas elecciones llegaron al poder, nadie puso en duda su legitimidad.

Más allá del plano político-militar, el reconocimiento de los derechos humanos de los palestinos sería una demostración de deseo de paz y de justicia, pero eso está muy lejos de la agenda israelí.

 

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