¿Voltereta o Inversión?

Alberto Carrasquilla
28 de agosto de 2014 - 02:00 a. m.

Palabras más, palabras menos, la historia es la siguiente.

 Con frecuencia creciente, los altos ejecutivos de una serie de empresas de cierto calado domiciliadas en los Estados Unidos --Burger King la mas reciente--, han tomado la decisión de comprar empresas en otros países para posteriormente fusionarlas, trasladar el domicilio de la empresa inicial al país de la empresa adquirida y, con esa operación, han logrado retener una parte de sus ingresos que, sin perfeccionarse la operación, habría terminado en manos del fisco. De 41 compañías que han optado por esta estrategia desde 1982, 12 se han llevado a cabo en los últimos dos años.

El procedimiento se conoce como “tax inversion” concepto que, muy interesantemente, carece de una traducción precisa en español. En la lengua de Castilla, en efecto, la palabra inversión, significa dos cosas. Una, la decisión de encarar riesgos apostando a que uno puede obtener satisfacciones mayores más adelante. Pero también quiere decir algo mucho mas afin al concepto anglosajón que subyace la jugada tributaria que comento: invertir es también el acto de poner las cosas patas arriba, cambiarle el sentido al asunto, darle una voltereta a la vida. No voy a entrar en la discusión de si ejecutar un “tax inversion” calificaría como una inversión, como una voltereta o como un combo.

Lo que si me interesa es la gama de reacciones negativas que genera no solo esta voltereta en particular, sino la noción misma de eficiencia tributaria al menos si la ejercen las empresas. El mismo Presidente Obama, de manera no muy sorprendente, ha condenado estas operaciones, ha calificado de “desertores corporativos” a las quienes las ejecutan y, en un desborde de inspiración gramatical,  ha invitado a enarbolar el patriotismo tributario. El Ministro de Hacienda, Jacob Lew, hizo saber al Congreso que cerrar este boquete es extremadamente urgente y que, mientras se llega a una solución de fondo, conviene prohibir la operación y obligar a las empresas a pagar más, así los líos de fondo se mantengan vigentes otro ratico.

El fastidio que genera la figura de la voltereta tributaria es interesante porque contiene, de manera clara y sintética, varios de los temas mas preocupantes del debate tributario internacional. Ante todo, demuestra la convicción que tienen las inmensas mayorías en el sentido de que las empresas, al buscar y utilizar vías legítimas para reducir su carga tributaria, violan alguna norma ética no escrita. Es fácil entender por qué en Estados Unidos la voltereta tributaria es utilizada. Primero, porque es el país del mundo desarrollado con la tarifa impositiva más alta a las utilidades. Segundo, porque es el único país avanzado que grava todas utilidades producidas y distribuidas por las empresas domiciliadas en su territorio, incluso si ellas son obtenidas por fuera de su propia jurisdicción, lo cual explica en buena parte por que hay gigantescos fondos líquidos en cabeza de empresas americanas serias parqueados en sitios como las Bermudas, que se niegan a volver. Cualquier presidente de una compañía radicada en Estados Unidos que busque evitar legalmente estos excesos y le genere valor a sus accionistas, está haciendo bien su oficio, o al menos mejor que un colega dedicado a peluquear sus accionistas para enarbolar algún presunto patriotismo.

Las reiteradas condenas a los llamados paraísos fiscales tienen su cosita en común con el asunto de la voltereta que comento. Y la indignación se justifica, por supuesto, si estamos hablando de lugares en los que se lavan los capitales construidos por delincuentes. Pero hay mucho trecho entre alias fulano de tal, sudoroso, con su maleta de dólares pactando en una isla tropical cualquiera y la realidad de muchos empresarios serios del mundo emergente que buscan proteger un capital hecho a pulso no solo de los criminales en sentido estricto, sino de los volátiles excesos que dominan el alma alcabalera del Estado cuando se siente incapaz de resolver los temas de fondo.

Cada solución apresurada, desde las que llegan por la vía del afán mas perentorio hasta las que se terminan imponiendo por sustracción de materia o por la idiotez mas simple del mundo, genera su propia voltereta. Cuando concluyamos que contra la Patria atenta la causa y no el efecto, empezaremos a avanzar en serio.

@CarrasqAl

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