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Wilberto Cosme

Antonio Casale
18 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Ante los reclamos de los hinchas, quienes desde la tribuna protestaban con silbidos cada vez que Wilberto recibía un balón y éste le era esquivo; ante los comentarios de nosotros, los periodistas, desesperados por su falta de definición y por su malograda velocidad, que muchas veces se confunde con torpeza; ante la incredulidad y el desespero generalizado, Wilberto Cosme respondió con 25 minutos increíbles, incluidos un gol y un pase de gol, que sirvieron para ponerle su firma a una noche gloriosa en El Campín; sin duda, la mejor noche de su vida.

Wilberto Cosme nació en Padilla, Cauca; tiene 28 años. Es un jugador rápido pero ansioso, por lo cual a veces se ve torpe. Y razones le sobran: el mundo de los delanteros se mide por la cantidad de goles convertidos y el gol no ha sido precisamente el mejor amigo de Wilberto en las oportunidades que ha tenido en la primera división. Su paso por Real Cartagena, América y La Equidad no reportó grandes recuerdos, salvo para los pocos seguidores del equipo de Alexis García, por las dos anotaciones que significaron en 2011 el paso de su escuadra a la gran final. Eso sí, Wilberto es el goleador histórico del poco conocido Bogotá F.C. de la segunda división.

Wilberto reúne las características para desesperar a la tribuna, porque sus cualidades le permiten convertir lo difícil en fácil, pero su ansiedad, fruto de una positiva hambre de gloria, hacen que lo fácil se vuelva difícil. Cosme desequilibra, regatea y llega a posición de gol con asombrosa facilidad, pero se cae, se tropieza, le pega mal en el momento definitivo o, simplemente, el destino ha querido que la pelota pase cerca del palo, pero por fuera.

Eso sí, Wilberto es de los primeros en llegar al entrenamiento, de los últimos en irse, nunca baja los brazos, corre como ninguno y busca la gloria en cada jugada.

Los pergaminos de Wilberto no son ni parecidos a los del equipo rival en la mejor noche de su vida. Ze Roberto, su homólogo brasileño al otro lado de la cancha, gana más dinero que Wilberto y jugó dos mundiales para el pentacampeón; actuó en el Real Madrid y en el Bayern, entre otros de los mejores equipos del mundo. Pero nosotros, que le exigíamos a Wilberto como si fuera Ze Roberto, que somos inclementes en las críticas, que muchas veces tratamos a los jugadores como si fueran delincuentes, no creíamos que Wilberto podía lograr lo imposible, pero lo hizo.

Más allá de la alegría que Millos le entregó a sus hinchas, Wilberto encontró la recompensa a su incansable trabajo. Wilberto, que nunca será Ze Roberto, nos demostró y nos recordó que trabajando juiciosos se puede lograr lo inimaginable, aun cuando otros tengan mejores condiciones.

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